El Sr. Juan Gigli, fundador de Directorio del Estado, participa en Argentina Elections con este artículo sobre el voto electrónico y su posible aplicación en América Latina. Por Juan Gigli.
Voto electrónico remoto: í‚¿está preparada América Latina?
Por Juan Gigli(*)
juan.gigli@directoriodelestado.org
Yo creo que el voto electrónico remoto es una opción viable y hasta ventajosa en algunas circunstancias. Pero, í‚¿puede llevarse adelante de forma segura? í‚¿Y en qué circunstancias?
Días atrás dialogaba con un buen conocedor del tema de voto electrónico y cuando le consulté sobre el voto electrónico remoto, me respondió que era muy dificultosa su implementación y que «el mercado latino americano no estaba lo suficientemente maduro».
Comparto sus palabras en lo referente a lo poco maduro del mercado, sobre todo teniendo en cuenta que algunas empresas ni siquiera comercializan este tipo de soluciones y priorizan dispositivos de voto electrónico presencial.
Pero, la falta de preparación de las empresas, no es razón suficiente para explicar por qué no se llevan adelante. Si partimos de un presupuesto en el cual la región no se encuentra atrasada en tecnología o culturalmente para llevar adelante una experiencia de este tipo. í‚¿Qué nos falta? í‚¿voluntad política? í‚¿Mayor confianza en la clase gobernante? í‚¿Mejor comunicación empresa-gobierno? Evidentemente, debemos avanzar un poco más.
Comencemos por el principio. í‚¿Qué es el voto electrónico remoto? Es un mecanismo de votación por el cual se expresa una opción a través de una red telemática. Para ello, se utilizan dispositivos móviles como PDAs, celulares con capacidad de mensajes cortos de texto o SMS, teléfonos fijos, TV digital, computadoras conectadas a Internet y aquellos mecanismos que combinen estas tecnologías.
La duda más frecuente sobre el voto electrónico remoto es su nivel de seguridad. Lamentablemente, analizar este aspecto excede ampliamente este espacio. Sin embargo, a mi entender, la pregunta que deberíamos hacernos es si esta mecánica de voto es más o menos segura en relación a los sistemas de votación tradicional (incluyendo los mecanismos de voto electrónico presencial).
Claro, introduciéndonos en las dificultades para su implementación, encontramos algunas importantes, además de las mencionadas arriba. La brecha digital que azota la región, produce desigualdades tan grandes en los niveles de conectividad que dificulta cualquier esfuerzo en este sentido. Asimismo una experiencia vinculante de este tipo depende de avances en otras áreas técnicas y de la implementación de infraestructuras de PKI (firma digital). Factores culturales y políticos también pueden ser un freno al limitar la participación.
Pero í‚¿pueden superarse estos obstáculos? A nivel nacional o continental, probablemente sea imposible en el corto plazo. Pero a nivel local y en determinadas circunstancias, si es posible. La clave está en el «dónde»
Repasemos algunos escenarios posibles: en una hipotética experiencia de voto electrónico por Internet, es posible equipar centros de votación con computadoras conectadas a la red, y desde allí emitir el voto.
Ya en una fase más avanzada, es posible permitir que la población elija desde su propia terminal. Pero, de optarse por este último camino, í‚¿cómo asegurar que la prueba u elección vinculante convoque a un número relevante de votantes?
Si bien es imposible eliminar la brecha digital u otras dificultades técnicas, se podrán atenuar, centrando los esfuerzos en una zona con alta conectividad. Todas los países latino americanos poseen una zona metropolitana, densamente poblada que se equipara en conectividad a cualquier país desarrollado. Es duro decirlo y duele mucho más como especialista, pero esas zonas se apartan del promedio y podrían sostener una prueba de este tipo.
Conozco muy bien el flagelo de la brecha digital, lo cual no significa que no deba hacerse uso de las tecnologías hoy disponibles en zonas conectadas. No quiero decir con esto que haya que profundizar desigualdades, pero una cuestión no excluye a la otra. Deben hacerse todos los esfuerzos posibles para acortar la brecha digital, pero a la vez, potenciar también la participación de aquellos conectados.
En cuanto a los factores culturales y políticos que disminuyen la participación, es muy difícil expresar certezas. En mi opinión, la clave está en presentar la prueba como «cercana» a la población, para atraer su interés más allá de lo político. Ya se ha hecho y se hace de esta forma en los países desarrollados. Creo que tendría el mismo balance positivo en América Latina.
En definitiva, existen ciertas dificultades (í‚¿en qué proyecto no?) pero a la vez, puede ser superadas. Además, no debemos olvidar que este mecanismo tiene muchas ventajas. La principal: es más barato de implementar que las soluciones presenciales. Son más flexibles y adaptables. Pueden utilizarse protocolos y software abierto.
Especialmente a partir de la experiencia de Brasil, sabemos que la e-democracia en América Latina, no es una utopía. Es más, es una región que sirve de referencia constante por la magnitud de estas pruebas. í‚¿Podremos avanzar un paso más hacia la e-participación?
(*) Juan Gigli es el fundador de Directorio del Estado, consultor en marketing social y e-política. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Es experto en Desigualdad, Cooperación y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid.