Juan Schiaretti: del Cordobazo y el cavallismo a candidato de la Rosada

Se postula para suceder a De la Sota en la gobernación, como pieza clave del kirchnerismo.


Clarí­n
12 de Agosto de 2007
Marí­a Seoane Informe de Marta Platí­a (Corresponsal en Córdoba)
mseoane@clarin.com

La vida de un candidato también puede ser narrada como un espejo de la historia del paí­s. Juan Schiaretti, más conocido como «El gringo»- actual vicegobernador en el gobierno que encabeza José Manuel de la Sota- que aspira a ser gobernador en fórmula con Héctor «Pichi» Campana por Unión por Córdoba, evolucionó desde el peronismo revolucionario de los setenta que tuvo su bautismo de fuego en la insurrección popular del Cordobazo, en 1969, hacia la economí­a de mercado, el neoliberalismo rampante del noventa y la contricción, luego de la crisis de 2001, o cierto regreso a las fuentes con su afiliación al kirchnerismo. Tal vez por esta contricción, entre las fotos que Schiaretti entregó a Clarí­n para esta nota, no acercó ninguna que lo vinculara a su gestión como funcionario y amigo de Domingo Cavallo y delegado de Carlos Menem en Santiago del Estero. Cargos y adhesiones que hoy, según dice, revisa con cierta amargura ya que siempre tuvo un discurso industrialista, que derivó de su temprana adhesión al peronismo y después amalgamó como gerente y lobbista del desarrollo de la industria automotriz.
La cronologí­a de la vida de Schiaretti, irremediablemente breve en este texto, se ancla en las contradicciones que atravesaron la Argentina en el último medio siglo. Nació en junio de 1949, en el cordobés barrio de Talleres. Su padre Dante era descendiente de italianos de Parma y su madre Juana Alamo, hija de criollo casado con una india bamba de La Rioja. Don Dante era ferroviario y militante peronista. El golpe militar que derrocó a Perón en 1955 lo encarceló. Schiaretti recuerda las visitas a su padre en el penal; el traslado de la familia a Tucumán, y la militancia de sus padres. La madre aplicaba inyecciones gratis; don Dante, militaba en un centro vecinal para conseguir el gas y el agua corriente. El peronismo le vino de ellos. Y también el mandato: ingresar al Liceo Militar General Paz. Se recibió en 1965 con medalla de honor por tener el mejor promedio. Y luego, se recibió de Contador Público a los 21 aí±os en la Universidad de Córdoba. Allí­ lo encontró la militancia en el peronismo revolucionario, inclinado a la acción directa, desde 1967 en plena dictadura del general Onganí­a. En el Cordobazo fue uno de los tres dirigentes universitarios del peronismo de izquierda. Se casó con una compaí±era con quien tuvo dos hijos. En 1974 estuvo en Ezeiza, el dí­a en que el regreso de Perón se transformó en una tragedia por el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha del peronismo. En 1975, amenazado por la Triple A, se mudó con su familia a Neuquén. El golpe de 1976 lo obligó al exilio en Brasil. Primero trabajó de vendedor de baratijas. Luego ingresó como asistente administrativo en la Fiat en Bello Horizonte. Comenzaron tiempos mejores. Una carrera ascendente- llegó a ser vicedirector administrativo- que marcó su lealtad a ese grupo y a esa industria.
En 1984, cuando terminó el exilio, Schiaretti se separó de su mujer. En Córdoba ingresó como gerente financiero de la constructora Astori. Luego, vino el funcionariado con el gobierno de Menem y de la mano de Cavallo, entre 1989 y 1990 en la Cancillerí­a; secretario de Industria y Comercio entre 1991-1993 en Economí­a; desde ese aí±o hasta 1995, fue delegado de Menem como interventor en Santiago del Estero; diputado nacional por Córdoba hasta el 97, aí±o en que se casó con Alejandra Vigo, actual secretaria general del sindicato de Amas de Casa. Schiaretti fue ministro de la Producción en la provincia entre 1999 hasta 2001, y luego diputado nacional y luego ministro de Producción y Finanzas provincial en plena crisis y hasta que llegó Kirchner al poder en 2003. De la Sota lo tuvo que elegir- ya que nunca fue su delfí­n- para que lo acompaí±ara como vicegobernador a partir de entonces hasta ahora.
Se cree «calentón, obsesivo con el trabajo y honesto». Tiene encima, aún, la causa 5926 por sobresueldos iniciada en 2004 por el juez Jorge Ballesteros en la que está imputado aunque nunca fue llamado a declarar. Sobre sus gustos y lí­deres: se apasiona con el fútbol y el folclore; le gusta leer a Garcí­a Márquez, Mario Vargas LLosa y también a Jorge Así­s. Admira a Eva Perón por «su pasión e inteligencia» y a Lula da Silva. Cuando piensa en la historia nacional menciona la lí­nea Roca-Yrigoyen- Perón y más atrás a Belgrano y San Martí­n.
Del poder opina: «Es efí­mero y lo sé. He visto a muchos dioses caí­dos. El poder tiene sentido si sirve para transformar la vida de la gente. El poder cambia a los que no conocen el poder. Y yo lo conozco.» Un conocimiento adquirido que sólo podrán juzgar los cordobeses.
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