Con Lavagna, en reserva


La Nación
8 de Agosto de 2007
Visita sin cámaras. La directora del Consejo de las Américas, Susan Segal, le dio ayer un gran escenario a Cristina Kirchner para que se luciera. Más discreta fue con los otros candidatos presidenciales. Sólo dialogo, en estricta reserva, con Roberto Lavagna, a quien conocí­a de las épocas en que era ministro de Economí­a. «Fue una reunión de 45 minutos, en las oficinas de Lavagna. Hablaron sobre las inversiones norteamericanas en el paí­s y él le dijo que percibe poco voluntad en ese sentido», dijo Alejandro Rodrí­guez, vocero del candidato.
Proteí­nas. Uno de los tramos más curiosos de la apelación a la inversión de Cristina Kirchner fue aquel en el que se refirió a las bondades de los trabajadores argentinos. «El paí­s tiene recursos humanos distintivos, que se explican por la larga historia de educación pública y por la tradición de ingesta de proteí­nas», dijo. Según ella, esos rasgos los hacen destacables sobre los habitantes de otros paí­ses que están «histórica y genéticamente en inferioridad de condiciones».
Sueño. La extensa jornada de discursos de funcionarios del Gobierno en la conferencia del Consejo de las Américas dejó agotados a algunos altos ejecutivos argentinos. Promediaba el discurso de la senadora Kirchner, cuando en las filas dos y tres del auditorio (las de los invitados estelares) se podí­a ver a tres empresarios entregados al sueño profundo. Encima, la candidata eligió un hasta ahora desconocido tono suave y monocorde. Los despertó el único aplauso, el del final.
Sin usar. Las grandes figuras del establishment argentino se apilaban en busca de su tarjeta de acreditación en la entrada del salón donde hablarí­a Cristina Kirchner. En el tope de la pila de cartelitos que repartí­an los anfitriones, resaltaba una que al final nadie retiró. Decí­a: Amalia Lacroze de Fortabat.
«í‚¿Gordo» o empresario? El sindicalista Armando Cavalieri se paseaba ceremonioso entre los popes de las empresas argentinas y norteamericanas. Se sentó en la tercera fila y, al final del discurso principal, «el Gitano» (como le dicen los otros «Gordos» de la CGT) esperó su turno para saludar a la candidata y felicitarla por sus palabras. Se llevó de recuerdo una sonrisa y un valioso «í‚¿qué tal, Armando?»
Fortaleza. Los turistas que paran en el lujoso hotel Alvear quedaron impactados con el despliegue de seguridad alrededor del edificio. Tení­an que descargar sus valijas a una cuadra, porque la avenida Alvear estaba vallada entre Ayacucho y Callao. Además, habí­a agentes secretos por todo el hotel, sobre todo el último piso, que tiene acceso directo a la sala donde habló la senadora.