Entelequias Opositoras

17 de Julio de 2007
Desde la Rue des Eaux, de Passy, Macri viene a enfrentar las indecisiones de la calle Alsina.
por Osiris Alonso D’Amomio, especial para JorgeAsisDigital
I.- Nostalgia de la Rue des Eaux
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De las confortables conveniencias de la Rue des Eaux, en Parí­s, Mauricio Macri pasa a las inconveniencias ansiolí­ticas que lo aguardan en Alsina al 1300, en Buenos Aires.
Sede universal del Compromiso para el Cambio. Aquí­ Macri debe asumir el rol involuntario que le atribuyó la sociedad. Ser protagonista del fenómeno que el Portal, sin mayor originalidad, califica como la “macri-dependencia”.
Al haberse convertido, probablemente a su pesar, en la figura más representativa de la entelequia conocida como «la oposición», a Macri lo aguarda un conglomerado de dirigentes. Interesados, en general, en la clarificación de las indefiniciones que pueden dilatarse, a lo sumo, durante dos semanas más. A lo sumo, tres.
Para colmo, al descascararse intensamente el simulacro gestionario de Kirchner, es hacia la entelequia opositora donde confluyen las miradas de los analistas de los medios de comunicación. Los cuales, para proporcionar mayor gravedad al descascaramiento, abandonan, paulatinamente, el estado de complacencia que signó, hasta aquí­, los primeros, y probablemente últimos, cuatro aí±os de kirchnerismo.
La utopí­a de alcanzar una segunda vuelta confronta, en la periferia, con la realidad de la fragmentación irremediable. Y tal vez hasta con los propios objetivos del nostalgioso viajero. Quien se encuentra, acaso, bastante más interesado en construir una convivencia racional con Kirchner, que en planificar, en definitiva, el desplazamiento de la hegemoní­a de cartón.
Estética kirchnerista
El regreso de Macri coincide, por si no bastara, con la furtiva semana del lanzamiento del conyugalismo electoral.
En efecto, la seí±ora Cristina, en el teatro clásico de La Plata, protagonizará otro inimaginable show, donde es de esperar que vuelva a cometer el dislate de dirigirse al marido y tratarlo de usted. Posiblemente el acto teatral sea menos ridí­culo que el acto académico ofrecido el jueves pasado, en San Juan, durante la clausura impostada del Congreso de Filosofí­a.
Previsiblemente colmado de figurones necesitados de constar en actas, el acto del jueves se impone como otra parada emblemática de la estética kirchnerista.
“Donde es importante, ante todo, que el otro perciba que uno está”, nos confí­a un agobiado polí­tico justicialista, espiritualmente reconfortado, con la tarjeta de invitación asegurada. Aunque se mofe, clandestinamente, de los conyugues.
Quirófano
Por su parte Macri, en el centro del quirófano, no tiene otra alternativa que olvidarse de aquella escalinata de piedra gris que lo llevaba hacia la Rue de Passy.
Debe entregarse, en Alsina, a las febriles ceremonias de las operaciones.
Como preocupación sustantiva, según nuestras fuentes, emerge López Murphy.
Trátase del aliado natural que espera la confirmación del apoyo que se le resiste. El asunto encierra la paradoja de una trampa tendida en un laberinto.
Los iniciados en macrismo básico nos confirman que Macri no lo apoya porque “López Murphy no mide”.
Mientras tanto, los pacientes allegados al máximo referente de Recrear sostienen, en cambio, que “López Murphy no mide porque Macri no lo apoya”, y lo deja, por lo tanto, en actitud de desaire.
Es el reflejo fiel de la parábola del escritor inédito. Al que las editoriales no le publican porque no es conocido. Sin embargo es un desconocido porque las editoriales no lo publican.
Lo cierto es que López Murphy, con un talante inmejorable continúa, inalterablemente, su campaí±a. Y con un fuerte contenido mediático que suele desbordar, según nuestras fuentes, a Macri. Hasta excederlo. Explicablemente, le disgusta a Macri que López Murphy le instale, por ejemplo, potenciales candidaturas desde los diarios.
Es el caso de la impertinente candidatura de Así­s, para la gobernación de Buenos Aires. Apuesta que le altera, a Macri, el tenor de las alianzas aún irresueltas, como con el caudillo popular Pancho De Narváez. Pero sobre todo con Blumberg, el invalorable referente social al que hoy, por una prescindible frivolidad, los oportunistas frágiles hacen cola para distanciarse.
Aparte, la promoción del polémico escritor proporciona una tensa expectativa entre la abulia de sus planteles, las que se detallarán en un despacho próximo, caracterizado por el sentido lúdico del personaje de referencia.
Lavagna, Carrió, Romero Feris
Descartada oficialmente, o de la boca para afuera, la desperdiciada postulación presidencial, en adelante Macri debiera resignarse a convalidar, de algún modo, la irreparable candidatura de López Murphy. Es, en definitiva, quien completa el plantel de los pretendientes instalados.
Junto a la opacidad alfonsinizada de Lavagna, el peronista preferido de los radicales. Con el testimonialismo autorreferencial de la seí±ora Carrió. Y nunca hay que dejar afuera al destapado Romero Feris, que es portador de un mensaje eficientista que prende en las barriadas de Palermo Chico.
Mientras tanto Lavagna se reduce, con la soberbia excelsa del ser que se cree superior, embelesado por su presunta ejemplaridad. Y la seí±ora Carrió, con el reconocido mérito de la insistencia, dista de apaciguar su conmovedora pasión por el fracaso.
Después de haber generado la pecaminosa derrota de Telerman, la seí±ora Carrió, con su rostro rocoso, suele entusiasmarse con la patológica sobrevaloración de sus posibilidades electorales, que la instalan en la frontera perdonable del ridí­culo.
Osiris Alonso D’Amomio
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II.- La Banda de los Cuatro
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Otro espacio que debe atender Macri, en el regreso, es el amontonamiento del peronismo potrerista. En Funes, en efecto, se abrió levemente una ventanilla. Pretenden ingresar lí­citamente un conjunto de atormentados, entraí±ables medialuneros que se unifican en una suerte de «Asociación de Ví­ctimas, Damnificados y Empomados por Kirchner».
Con una envidiable visión autosatisfactoria de sus comportamientos, sin siquiera ensayar el menor esbozo de una autocrí­tica por confrontaciones innecesarias del pasado, los damnificados asociados en Funes supieron organizar una comisión que debiera proponer una fórmula. Para elevar en otra asamblea similar, a celebrarse en cualquier otro potrero.
Trátase de La Banda de los Cuatro, que son, en realidad, Cinco.
Los encabeza Menem, por prepotencia de rencor. Menem se adueí±ó mediáticamente del Potrero, y decide emprender la saludable faena de recuperar la gobernación de La Rioja, como paso previo para lanzarse hipotéticamente como candidato presidencial.
Para lograr la instancia de la gobernación, Menem necesita siete millones de pesos que supone que debe ponerlos la posteridad. Sus interlocutores, bastante perspicaces, mientras tanto se hacen los otarios, y se esfuman con la exaltación de las maravillas paradisí­acas del paisaje.
En el espacio potrerista, Menem aspira anexarlo a Duhalde.
Sin embargo, el Piloto de Tormentas se encuentra, según nuestras fuentes, en otro juego. Adhiere a la sólida teorí­a del Reeleccionismo Perverso. Aunque Duhalde conserva el recato declaracionista que infortunadamente no logra transmitir a su mujer.
Ocurre que a la seí±ora Chiche se le nota excesivamente el rencor. Lo cual, en polí­tica, representa un sí­ntoma equivocado.
De todos modos, la bronca de la seí±ora Chiche puede catapultarla, en la primera de cambio, a la conducción de la «Asociación de Ví­ctimas, Damnificados y Empomados por Kirchner» (con personerí­a en trámite).
Lo sigue, a Menem, el Adolfo Rodrí­guez Saa, quien presenta la puntana habilidad de automarginarse de la candidatura que nadie, por otra parte, le propone.
Los otros dos, Puerta y Sobisch, representan una curiosa contradicción dialéctica.
Puerta se lanza, igual que Menem, para recuperar el territorio despojado de Misiones. Aunque deja, en simultáneo, para el estí­mulo de los fervorosos medialuneros que lo siguen, alguna esperanza, para ser postulado como presidenciable. Si es que el pueblo peronista, por supuesto, se lo pide.
Sin embargo Puerta sostiene que el candidato tiene que ser obligatoriamente peronista.
El condecorado con la nominación para la derrota tiene que ser, según Puerta, miembro del Partido que mantiene el selecto encanto de la inexistencia. Y que es conducido, con su capacidad estratégica, por la doctora Servini de Cubrí­a. Jueza que tuvo la videncia de rajarse hacia su propia Rue Des Eaux, en estos momentos crepitantes, y dejarlo con el alboroto al interventor Ruiz, alias el Natalio Pescia del peronismo.
La condecoración de la cucarda peronista representa, en el fondo, una manera de colocarle una bolilla negra al cuarto hombre de la Banda. A Sobisch.
Es decir, a las pretensiones presidenciales del paraperonista Sobisch. Portador, en apariencias, del pecado insólito de no encontrarse inscripto en el Partido que crece en influencia, en especial a partir de la inexistencia institucional.
Si se lo margina a Sobisch, para la responsabilidad mayor, cuesta entender que haya sido invitado a integrar la comisión de notables. Y que sea el anfitrión de la cumbre de esta semana.
Sobre todo porque Sobisch, que se sepa, cuenta con el ansiado monedero intacto y aún no se proscribió para nada. Y hasta se dispone a perdonar, inclusive, aquel oportuno error de Macri. El de soltarle la mano, en medio de la adversidad.
Para colmo, Sobisch emerge, desde el personal infierno, bastante fortalecido. Sobre todo después de resolver, de manera satisfactoria, la insosteniblemente programada crisis provincial que amenazaba con condenarlo, eternamente, al ostracismo o al ocaso.
El quinto hombre es, en definitiva, el Alberto Rodrí­guez Saa. El irreconocido artista plástico. Interlocutor oní­rico con contactados de otros peronismos fundacionales. El novio enamorado que mantiene la situación territorial controlada.
Con la probable ayuda de los poderosos contactados, el Alberto será tranquilamente reelecto, el 19 de agosto, como gobernador del Estado Libre Asociado de San Luí­s.
Perfectamente puede, en adelante, aceptar la pasantí­a de ungirse también como candidato presidencial.
Si total nadie piensa, en la confusión entreverada de la entelequia, en ganar.
Ni siquiera sospechan los opositores que pueden, a pesar de la carencia de seriedad de la entelequia, depositar al kirchnerismo en el umbral abandonado de la historia.
Osiris Alonso D’Amomio