El Litoral.com
15 de junio de 2007
El gobierno nacional interviene en la campaña electoral de Capital Federal polemizando contra el candidato del PRO, Mauricio Macri. Al dejar de lado la prescindencia que corresponde a quien institucionalmente es el presidente de todos los argentinos, Néstor Kirchner opta por partidizar la campaña por lo que la previsible derrota del 24 de junio se transformará también en su derrota, algo parecido, con las diferencias del caso a lo sucedido en Misiones.
Si dejáramos de lado este escrúpulo institucionalista, que al presidente parece importarle poco, quedaría pendiente el debate acerca de los contenidos que el oficialismo nacional pretende darle a esta polémica capitalina. El discurso de Kirchner, y el de sus principales ministros, insiste en imputarle a la fórmula liderada por Macri la responsabilidad de lo sucedido en los ’90, es decir, en el tiempo histórico en el que Carlos Menem fue presidente de la Nación. De más está decir que Daniel Filmus, con su propio estilo adhiere a esta estrategia discursiva tendencia a ideologizar la campaña a partir de un supuesto enfrentamiento entre la derecha y la izquierda.>
Macri representaría la continuidad de aquellas políticas hoy demonizadas por el oficialismo. La única referencia real a esta controvertida complicidad es el vínculo familiar entre padre e hijo, es decir, entre Mauricio y Francisco, un lazo que efectivamente existió pero que no autoriza a transformar un vínculo de sangre en una absoluta categoría ideológica.>
Lo sorprendente es que a la hora de investigar el pasado en busca de una verdad histórica que no sea la de la manipulación interesada, los comprometidos en términos reales, institucionales y políticos con los años noventa son los funcionarios oficialistas, empezando por el propio presidente de la Nación. En efecto, Kirchner y su esposa no sólo que adhirieron a las iniciativas económicas e institucionales del menemismo -reforma constitucional incluida- sino que además fueron beneficiarios directos de aquellas políticas económicas, como lo demuestra -por ejemplo- la privatización de YPF.>
Los principales funcionarios del oficialismo han ejercido en más de un caso tareas relevantes en la administración justicialista de los ’90 y le han prodigado alabanzas al hoy execrado Carlos Menem, motivo por el cual no se entiende cómo es posible que quienes compartieron «las mieles del poder» en esa década tan controvertida le reprochen ahora esa falta a sus adversarios.>
Tan grave como el intento de manipular la historia a favor de una determinada estrategia de poder, es el de comprometer la investidura presidencial en esa tarea. En un país civilizado lo que se espera del presidente es un mínimo de prescindencia electoral y no esa catarata de acusaciones e insultos que han signado su discurso de los últimos días.>
Néstor Kirchner debe saber que la violencia verbal ejercida desde el atril no es neutra. «El que siembra vientos cosecha tempestades», dice un sabio aforismo que debería tener en cuenta, sobre todo en un país como la Argentina en donde la desmesura verbal en más de un caso fue el precedente de posteriores explosiones de violencia.>