A pocos días de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires los ciudadanos deberán elegir entre continuidad; unión al proyecto nacional; alternativas de derecha; de izquierda; de centro y otras vertientes más depende con que candidato se hable.
Pero además estarán eligiendo el color de la ciudad. Sí, el color liso y llano. Algo que a primera vista puede parecer superficial, es en verdad un indicio (básico, lo admito) de la fragilidad institucional que reina en la ciudad. Y quizás en el país.
Crédito de la foto: Flickr/CC/Mauricio Macri
Foto: El jefe de Gobierno de la  Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, bajo las sombrillas del programa Buenos Aires playa.
Con cada gestión toda la ciudad se pinta de un color diferente. En el 2007 elegimos el amarillo. Desde que Mauricio Macri asumió como jefe de Gobierno todo pareció convertirse en amarillo, de un día para el otro.
Su gestión se encaprichó con pintar todo de amarillo: las sombrillas de Buenos Aires playa (en la foto); la famosa tunelera que llegó desde Canadá para salvarnos de las inundaciones; el autobús turístico todos los días pasea por la ciudad; las bicicletas del programa sustentable; los carteles anuncia obras públicas; en fin todo es amarillo en Buenos Aires. Y casi todo acompaí±ado de la omnipresente “H†que nos quiere recordar que el gobierno esta Haciendo Buenos Aires. Frase que se prestó a las fáciles bromas y creatividad de los porteí±os.
Al mismo tiempo se pudieron ver durante las elecciones legislativas de 2009 (y ahora en plena campaí±a electoral 2011) que el amarillo es también el color con que Macri y sus candidatos se presentan a los electores en los múltiples afiches pegados por la ciudad.
No es casual, ese es el color del PRO, su agrupación política.
Pero el amarillo no es el color de la Ciudad de Buenos Aires.
Esta estrategia no es propia a Macri. Lo mismo sucedió durante el breve período de Jorge Telerman como alcalde de la ciudad cuando, buscando su reelección en 2007, empapeló los muros, los paradas de colectivos, el subte, etc. con el símbolo “+†seguido de la leyenda “Gestión Telerman†o “Actitud Buenos Airesâ€. Perdió, ganó el amarillo.
¿Cual es el color de la Ciudad? No lo conozco y creo que no lo hay. No es necesario que deba haber un color. Pero si es necesario establecer una simbología que le pertenezca al Estado más allá de quien sea su cabeza en un momento dado.
Puede parecer inocente, una discusión mínima, quizás hasta inútil. Pero hay que prestar atención porque en los detalles se esconden los problemas. Al apropiarse de la imagen del Estado, las agrupaciones políticas quieren fundir y confundir el Estado con el Gobierno.
No son la misma cosa.
El Estado somos todos y es permanente. El Gobierno lo forman quiénes fueron elegidos para administrar el Estado por un período estrictamente determinado. Buscar fusionar ambas imágenes tiene un dejo de querer perpetuarse en el poder. Es una manera moderna y marketinera de decir “el Estado soy Yoâ€.
Hasta que nuestras instituciones no sean lo suficientemente sólidas, no podrán estar libres de los caprichos de sus inquilinos. El color es lo menos importante, pero es una manera concreta de ver alrededor nuestro como se quieren confundir los roles.
Este domingo, votes amarillo, azul, verde, rojo, o blanco, lo importante no olvidar que la ciudadanía debe trabajar para reforzar las instituciones y darle un color propio. El domingo no se puede ser daltónico.
Hugo Passarello Luna