Por Eduardo Rivas *
Por primer vez en su historia post dictatorial, Espaí±a debió recurrir a la celebración de elecciones por segunda vez debido al bloqueo en el que se encontraba el Parlamento para elegir un Presidente de Gobierno.
El conservador Partido Popular había resultado ganador de los comicios desarrollados el pasado 20 de diciembre, pero no había obtenido mayoría absoluta, y no tenía socios que le permitieran por acción u omisión encabezar un gobierno de coalición.
De igual manera, y desde el otro sector del hemiciclo, las restantes fuerzas políticas tampoco lograban poder encabezar dicha posibilidad, pese al acuerdo alcanzado entre el Partido Socialista y el centroderechista Ciudadanos, porque el PP tampoco facilitaba dicha coalición con su abstención.
Este fue el primer fracaso, puesto que Espaí±a tenía bloqueado su sistema político, con un gobierno en funciones, pero que no fue elegido para dicha tarea, y camino a la realización de nuevas elecciones el 26 de junio, y frente a ello hubo cambios en las estrategias electorales de los participantes.
La más notoria de ellas, la confluencia entre Podemos, una formación emergente de centroizquierda, con Izquierda Unida, pretendiendo conseguir juntos algunos escaí±os que, por separado, no habían logrado obtener en la elección de diciembre de 2015. Dado que el sistema electoral espaí±ol no toma al país como un distrito único, no es más que un dato político, aunque contundente, la cantidad de votos totales que obtiene cada fuerza electoral, lo que realmente interesa son los escaí±os que se obtienen en cada circunscripción.
Así entonces, los nuevos aliados planteaban que juntos podrían lograr el sorpasso tan mentado de la década del 90 del siglo pasado por el cual una fuerza de centroizquierda lograba sobrepasar al PSOE como fuerza mayoritaria de este espacio del espectro político.
Sin embargo, este fue el segundo fracaso, puesto que no sólo se dio el tan mencionado sorpasso sino que pese a lo que auguraban las encuestas pre electorales, que han fallado de manera notoria al momento de predecir el comportamiento de los espaí±oles en el comicio, la entente centroizquierdista obtuvo la misma cantidad de escaí±os que había logrado seis meses antes, aunque aún perdiendo más de un millón de votos.
La campaí±a electoral planteada por Unidos Podemos, de confrontación directa con el PP, situándose como la única alternativa válida para la constitución de un Gobierno diferente tras los comicios parecía rendir frutos hasta pocos días antes de las elecciones puesto que los sondeos previos claramente en un segundo lugar en términos de votos y escaí±os, incluso aún, y como un tercer fracaso repetido pre y post electoral, los sondeos fallaron de manera contundente, puesto que un momento inicial se afirmaba que Unidos Podemos había pasado en votos y escaí±os al PSOE.
Tras los nuevos comicios se abre para el futuro espaí±ol un complejo panorama. Durante la pasada Legislatura no se logró conformar gobierno porque como vimos, las diferentes fuerzas se bloqueaban mutuamente para poder alcanzar el objetivo de formar gobierno, y si bien se modificó en parte la realidad para la Legislatura que se avecina, el fantasma belga vuelve a engrandecerse sobre la política espaí±ola.
El PP, que es la única fuerza de importancia determinante que aumentó su caudal electoral, en más de 690 mil votos, y su poderío legislativo, en 14 escaí±os, aún se encuentra lejos de poder alcanzar el mágico número de 176 votos que le garantizaría la conformación de gobierno y no cuenta con el apoyo de otros grupos parlamentarios para acercarse a él, e incluso las restantes fuerzas de mayor peso legislativo han anunciado que no apoyarán su propuesta de gobierno ni se abstendrán para facilitar que, en una segunda votación, el PP logre formar gobierno.
Las restantes fuerzas, en clara inferioridad de posibilidades de lograr el objetivo de llegar al apoyo de 176 diputados, se encuentran en una encrucijada de difícil resolución. Si mantienen sus posturas de campaí±a e incluso de recién concluido el proceso electoral de no apoyar ni facilitar con su abstención el gobierno popular estarían representando a sus electores pero mostrarían inflexibilidad frente al resto del electorado respecto a que el PP pueda formar gobierno, pese a su desagrado. Esta fue la política seguida tras los comicios de diciembre pasado, creyendo que el desgaste del PP por su inmovilismo provocaría su descenso electoral, pero provocó la situación exactamente inversa.
Menos gente participó de las elecciones, y el Partido Popular incrementó su caudal electoral. Es decir, se castigó el bloqueo de la ‘oposición’, puesto que una parte importante del electorado espaí±ol no ve mal el inmovilismo popular de no intentar conformar gobierno en la pasada Legislatura por no contar con los apoyos necesarios. Así pues, si acentúan su estrategia, se puede provocar un nuevo llamado a elecciones, que si bien está previsto en la normativa no dejaría de ser un fracaso político por no lograr articular programas mínimos de coincidencia que posibiliten tener autoridades con respaldo electoral, y que se profundice lo ocurrido entre las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016, es decir, que se haga más sólido el respaldo al PP en desmedro de otras alternativas. Ahora bien, si en cambio modifican su accionar y facilitan la conformación de gobierno estarían modificando sus ‘irreductibles’ propuestas de campaí±a. Ciudadanos lo hizo en la Legislatura anterior al pactar con el PP y fue quien más retrocedió en términos de escaí±os, su electorado le pasó factura.
Por tanto el escenario es complejo, sumamente complejo. Hay un empate en el poderío de bloquear la conformación de gobierno del adversario y hay un empate en la incapacidad de poder generar confluencias tales que puedan quebrar esos bloqueos, pero sin embargo la situación no es la misma que durante los últimos seis meses.
Hoy queda claro que la entente de Unidos Podemos no tiene en las urnas el respaldo que las encuestas creen y los medios dicen que tiene.
Hoy queda claro que aún teniendo el peor resultado electoral de la historia post dictatorial espaí±ola, el PSOE es una de las dos opciones válidas por los espaí±oles para conformar gobierno y, además, sigue siendo la opción centroizquierdista mayoritaria.
Hoy queda claro que quien no cumple su propuesta paga sus consecuencias, sobre todo si el cambio de accionar es para traspasar la pseudo frontera ideológica para pasar al otro bloque, que es lo que hizo Ciudadanos al acordar con el PSOE.
Hoy queda claro que, pese a todo y a todos, el Parido Popular es la fuerza que cuenta con mayores apoyos electorales en Espaí±a y que mejor resultados obtiene en la actual ley electoral de circunscripciones. Por ello Mariano Rajoy ha reclamado su ‘derecho a gobernar’ por su triunfo electoral, aunque aún no ha explicitado si lo pretende hacer encolumnando a otras fuerzas políticas o contando tan sólo con su abstención, que es la opción menos improbable.
Pero hoy también queda claro que ninguna fuerza política es lo suficientemente fuerte para poder gobernar Espaí±a en soledad, e incluso, con la clara excepción de un acuerdo PP-PSOE (poco probable) o PP-Podemos (muy imposible), ni siquiera alcanza con el entendimiento de dos grupos parlamentarios.
Las opciones de acuerdos de la Legislatura pasada sólo tienen validez si alguien cambia su forma de actuar reciente. Si en cambio se mantienen posiciones irreductibles, se irá en camino de un nuevo fracaso.
Si se repite el acuerdo PSOE-Ciudadanos y se incorpora Podemos hay posibilidad de gobierno, aunque sería la primera vez en que el partido más votado no encabeza el Gobierno. Si el PSOE se abstiene en una virtual investidura de algún candidato del PP, también se desbloquearía la situación. Pero estas opciones han sido rechazadas enérgicamente en las comparecencias públicas tras conocerse los primeros resultados electorales.
Si nada de eso ocurre, entonces, Espaí±a volverá a tener una Legislatura inviable que no logre alcanzar consensos mínimos en torno a denominadores comunes para poder formar, al menos, un gobierno de coalición que establezca políticas concretas para enfrentar la difícil coyuntura nacional, marcada por la crisis económica y el desempleo, y regional, condicionada por el Brexit y el futuro europeo.
Por lo tanto todo parece indicar la Legislatura recién electa y Espaí±a se encaminan a un nuevo proceso electoral en el que las diferentes fuerzas deberán ver cómo rompen el bloqueo actual y logran los apoyos ciudadanos suficientes como para dotar de solidez y estabilidad un futuro gobierno espaí±ol, si no, el actual record espaí±ol de 190 (al 27 de junio) sin Gobierno elegido por el Congreso, que triplica el anterior de 62 días, se seguirá incrementando sin prisa pero sin pausa tras el ejemplo belga de haber estado 510 días con un gobierno en funciones. Espaí±a no lo desearía, ¿los espaí±oles lo tolerarían?
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* Licenciado en Ciencia Política.
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