Por Nicolás Cereijo[1]
Las elecciones del próximo domingo tienen muchos atributos que la hacen particularmente interesante. En este artículo me voy a detener sobre un punto: el crecimiento de la izquierda. Para el análisis, tomaré únicamente las elecciones para el cargo de presidente desde 1983, marcando dos períodos (1983-2010) y (2011 – actualidad) cuyo criterio de separación es la entrada en vigencia de las P.A.S.O en 2011.
Durante el primer período, el peso electoral de los partidos de izquierda ha sido poco incidental. El pico más alto lo consiguió en 1989 la Alianza Izquierda Unida con la fórmula Vicente – Zamora, con 409.751 votos. De allí en adelante, el caudal de votos mermó considerablemente
Este hecho puede explicarse por dos motivos: el poco diálogo entre el gran abanico de partidos de izquierda, sumado a la particular característica de “suma cero†de la elección presidencial, donde el ganador se lleva todo (el precio mayor que es la presidencia). Si a esto le sumamos que para la mayoría de sus partidos las elecciones presidenciales era algo completamente secundario, centralizando la lucha en terreno sindical, universitario y, en menor medida, por conseguir bancas en el Parlamento.
Pero en el segundo período se registró un giro importante en la visión estratégica de la izquierda. El primer hecho significativo fue la creación del FIT (Frente de Izquierda de los Trabajadores), que logró unir algo poco pensado meses atrás: el PO (Partido Obrero) junto con el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) e Izquierda Socialista (IS)Â [2].
Y la primera prueba no fue nada mala. En las PASO del 2011 el FIT consigue 527.237 votos, en la fórmula única Altamira – Castillo. Luego fue el turno de las elecciones generales, donde hubo una leve caída en los votos: 503.372. Se produjeron dos hechos en sí: por primera vez la  izquierda superaba los 500.000 votos, cantidad que se toma a la vez como base (o piso) mínima de la fuerza.
Para las últimas PASO celebradas el 9 de agosto, el FIT presentó dos fórmulas  alcanzando un total de 732.852 votos. Esto marca un alza, con respecto al 2011, de 205.615 votos.
¿Cómo puede explicarse el crecimiento? A mi modo de ver, hay dos hechos fundamentales. El primero es el cambio estratégico de la izquierda, fundamentalmente de los sectores más “duros†como el trostkismo, que entendió  correctamente que las elecciones no deben plantearse como algo testimonial sino más bien un espacio posible de conquistar.
En segundo lugar, la mayor unidad en la izquierda. Siempre sus partidos fueron criticados – a veces injustamente – por ir separados en todo, con lo cual el ego de cada uno era mayor a la unidad.
Una muestra de lo dicho es que, para las elecciones del próximo domingo, diversos sectores de la izquierda como Patria Grande, el MST (Movimiento Socialistas de los Trabajadores) y el MAS (Movimiento al Socialismo)[3], llamaron a ser un “voto crítico†al FIT.
Si bien es cierto que se remarcan diferencias, el hecho de llamar a votar a sus votantes a esta fuerza es un posible indicio de unidad, aunque no por eso hay que caer en el pecado de la linealidad.
El FIT hoy día ocupa un lugar de preponderancia de la izquierda distanciada de los sectores más bien socialdemócratas – cuyo principal referente es Progresistas con la candidatura de Margarita Stolbizer –. Su campaí±a electoral ha sido por primera vez ambiciosa, apostando a valores como la lucha de los jóvenes, las mujeres y los trabajadores y consiguiendo mayor aparición mediática.
Para cerrar, los datos muestran un crecimiento en el caudal de votos de la izquierda desde el 2011 con la creación del FIT. Lejos de pretender hacer una conclusión lineal y mucho menos de desmerecer a todas las fuerzas políticas de izquierda, en términos electorales se observa la necesariedad de establecer mayores puntos de contacto entre las diversos partidos de este espectro, con el objetivo de obtener más votos, para pasar de ser sorpresa a ser una opción válida y competitiva por el poder.