Artículo de análisis político de Carlos Malamud. Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), de Espaí±a e Investigador Principal para América Latina y la Comunidad Iberoamericana del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony´s College de la Universidad de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 ha dirigido el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset, del que ha sido su subdirector. Actualmente compatibiliza su trabajo de historiador con el de analista político y de relaciones internacionales de América Latina. Ha escrito numerosos libros y artículos de historia latinoamericana. Colabora frecuentemente en prensa escrita, radio y TV y es responsable de la sección de América Latina de la Revista de Libros.
Elecciones presidenciales en Argentina: mirando a 2015
Infolatam
Martes 13 de Mayo de 2015
Por CARLOS MALAMUD
Cuando aún no se han realizado las elecciones presidenciales argentinas, la mayoría de sus actores políticos está mirando a 2015 en vez de centrarse en los comicios inminentes, cuyo resultado descuentan. Ese aí±o vence el nuevo mandato de la presidente Fernández, en el más que probable caso de su reelección. í‰sta se explica por las elecciones primarias y por los vaticinios de la práctica totalidad de las encuestas, que le otorgan entre el 50 y el 55% de los votos, con más de 30 puntos de distancia sobre el candidato opositor mejor colocado.
He aquí una de las escasas dudas de unos comicios con un resultado casi cantado, salvo sorpresa de última hora. Cada punto por encima del 50,2% obtenido en las primarias será vendido como un respaldo plebiscitario a la presidente. Junto a ello habrá que identificar al próximo “líder†de la oposición. Las encuestas suelen colocar segundo al socialista Hermes Binner, gobernador de Santa Fe, aunque las diferencias con sus rivales inmediatos, especialmente el radical Ricardo Alfonsín, son más cortas.
El otro gran interrogante es el resultado de las elecciones legislativas, a realizar el mismo día, que revelarán la composición del Congreso y el Senado. Si el resultado de por sí es trascendente, lo es más ante una posible reforma constitucional, que requiere el respaldo de dos tercios del Parlamento. Ernesto Laclau, gran difusor y “teórico†de los populismos latinoamericanos, con la sagacidad y ecuanimidad que lo caracterizan, pontificó recientemente, aludiendo al caso argentino, que la “democracia real en Latinoamérica se basa en la reelección indefinidaâ€.
Ciertos sectores del gobierno, proclives a la reelección y al proyecto “Cristina eterna†estiman que su objetivo sería más fácil de alcanzar si en vez de autorizar un nuevo mandato presidencial, omiten la reelección e impulsan el cambio del sistema político, pasando del presidencialista al parlamentario, que sí contempla la reelección indefinida.
Las denuncias de Elisa Carrió sobre las intenciones del gobierno y la supuesta complicidad de los socialistas, dirigidas directamente contra Binner, suscitaron tal revuelo que el gobierno debió desmentir la existencia de tales planes. Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, las rechazó tajantemente diciendo que eran “un sinsentido, [ya que] si hay alguien que ha honrado a las instituciones ha sido Cristina Fernández de Kirchnerâ€.
Más allá de estas negativas, la reelección figura en el discurso de numerosos líderes oficialistas, pese a que a la presidente, de momento, no le guste hablar de ello. Por eso no sería de extraí±ar que se pusiera en marcha un nuevo “operativo clamor†(el primero fue para lanzar su candidatura) que impulse la reforma constitucional.
A la par que se consolida el proyecto kirchnerista entre las dudas existenciales, luchas cainitas y errores garrafales de la oposición, los estrategas políticos, asesores de imagen, gurús y dirigentes de las principales agrupaciones opositoras ya piensan y actúan con la perspectiva de 2015. Es el caso de Mauricio Macri, máximo dirigente del PRO (Propuesta Republicana) y alcalde de Buenos Aires, o del radical Ernesto Sanz. Mientras algunos viven en el medio o largo plazo sería conveniente concentrarse, aunque sea por unos minutos, en algunos de los problemas que en los próximos meses deberá afrontar el nuevo gobierno en los más diversos frentes, como el económico, el político o las relaciones internacionales.
Si Argentina salió bastante indemne de la crisis de 2008, las perspectivas frente a una nueva recesión internacional, especialmente en los países desarrollados, son menos favorables. Esta situación hace pensar, incluso en medios gubernamentales, en la posibilidad de algunas turbulencias. Y si bien éstas no tendrían efectos catastróficos, como en 2001, sí afectarían el crecimiento económico de la última década, centrado en las exportaciones de commodities, soja fundamentalmente a China, y manufacturas a Brasil. De ahí el temor por la contracción del comercio internacional y la consecuente caída de los ingresos fiscales. A esto se aí±ade la persistencia de una alta inflación, pese a los constantes maquillajes de los índices nacionales del INDEC, originados en 2006.
El descenso de los ingresos fiscales amenazaría al actual “modelo†económico y social, basado en la vigencia de cuantiosos subsidios, que han crecido considerablemente este aí±o electoral. Los subsidios están presentes en las áreas más diversas, no sólo en los planes sociales, como “jefes y jefas de hogar†o la más reciente “asignación universal por hijoâ€, sino también en el consumo de energía domiciliaria, el transporte aéreo y por carretera, etc.
Ante las dificultades previstas, la incertidumbre sobre la identidad del próximo ministro de Economía no permite ser demasiado optimista. En el pasado, especialmente tras el alejamiento de Roberto Lavagna, éste era un dato menor, ya que el verdadero ministro del ramo era Néstor Kirchner, inclusive con su mujer. Sin embargo, ahora es algo más importante porque podría aclarar la orientación del nuevo gobierno. En este punto habría que ver cuánto pesará el futuro vicepresidente y actual ministro económico Amado Boudou, el mayor protegido de la presidente.
Dada la profunda atomización de la oposición, el centro de la vida política pasa una vez más por el peronismo. Tras despreciar durante aí±os al movimiento peronista y al Partido Justicialista, la presidente quiere asumir el control del partido, con lo que esto supone en su relación con el peronismo más corrupto. La necesidad de control aumenta por la falta de un claro sucesor y para garantizar el éxito de una eventual reforma constitucional. También para dominar las tensiones internas frente a nuevos liderazgos, que podrían comprometer su futuro político, si emergiera el síndrome del pato cojo.
La lucha dentro del peronismo podría ser intensa, casi brutal, y más si se acentúa el respaldo presidencial a algunos grupos, como el movimiento juvenil La Cámpora, impulsado por Máximo Kirchner, en detrimento de otros sectores, más tradicionales y mejor implantados territorialmente. La composición del nuevo gabinete podría ser relevante y aclarar el reparto de poder. Pero, dado el fuerte presidencialismo argentino, y lo visto en ocho aí±os de kirchnerismo, la identidad de los ministros termina siendo un dato menor, al subordinarse a la voluntad presidencial, como muestra la práctica inexistencia de reuniones conjuntas del gabinete.
Por eso surge nuevamente la pregunta de hasta dónde puede la presidente tirar de la cuerda en defensa de sus posiciones sin que el partido se fragmente o salte por los aires. De momento, y ante la inminencia de un triunfo incontestable, muchos disidentes han vuelto al redil y han cerrado filas tras de la disciplina cristinista (o kirchnerista). El éxito del modelo dependerá de la capacidad de mantener prietas las filas.
Desde la perspectiva internacional, lo más importante es el futuro de las relaciones con EEUU, muy comprometidas en los últimos meses, tras la captura de un avión militar norteamericano destinado a cubrir unas maniobras policiales. Por eso el gobierno de Washington ha votado en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial contra la concesión de créditos a la Argentina.
En este sentido se habla de que la cabeza del ministro de Exteriores, Héctor Timerman, responsable del incidente con el avión, podría ser una muestra de voluntad para relanzar la relación. Sin embargo, Timerman está maniobrando activamente para permanecer en el gobierno. La resolución del caso mostraría el derrotero que quiere seguir el segundo gobierno de Cristina Kirchner. De mantener la tensión con EEUU todo sugeriría que se podría profundizar la relación con el bloque del ALBA, mientras que las recomposición de la relación permitiría, a la vez, un mayor acercamiento a EEUU y también a Brasil.