Un análisis del sistema político salteí±o  por Luis Caro Figueroa; que pone el foco en los partidos hegemónicos y los mecanismos utilizados para continuar en el poder.
Salta, ejemplo paradigmático del sistema político ‘acordeón’
PORÂ LUIS CARO FIGUEROA
Portal Noticias Iruya.com
Jueves 1 de agosto de 2013
Establecer con certeza quién o quiénes representan y ejercen la oposición política en Salta es una tarea tan complicada como encontrar a Wally.
El asunto no tiene una importancia menor si se tiene en cuenta que para los ciudadanos normales es muy importante saber quiénes son los que gobiernan (por aquello de la obediencia debida) , y tan importante como lo anterior es saber quiénes son los que se oponen a los gobernantes y aspiran a gobernar algún día.
Salta es el único lugar del mundo en donde la mayoría ejerce todos los derechos que le son reconocidos en la Constitución y en las leyes, y, además, ejerce los derechos de las minorías.
¿Cómo es esto? Pues muy sencillo. En Salta disfrutamos de un sistema político «acordeón» que permite a la mayoría expandirse y contraerse, según le convenga, en un momento determinado, ejercer de pura mayoría o de falsa minoría.
La explicación es todavía más clara si nos fijamos en la forma en que los salteí±os decidimos quiénes ocuparán los cargos -electivos o no- que nuestras constituciones reservan para las minorías.
Prevé el artículo 54 de la Constitución Nacional que las provincias elijan a tres senadores de forma directa y conjunta, de los cuales dos deben ser del partido político que obtenga el mayor número de votos y el restante del partido que le siga en número de votos.
¿Qué tiene que hacer la mayoría gobernante para violar la Constitución y asegurarse que también será suyo el tercer escaí±o?
Le basta con desplegar el acordeón y lanzar a sus aliados «por fuera» de la coalición gobernante, para que estos saquen los votos suficientes que les permitan colocarse segundos en la elección. Es decir que de lo que se trata es de privar a las minorías reales, las que ejercen la oposición y no están adheridas a los postulados del gobierno, de su posibilidad de obtener la representación que le garantiza la Constitución.
Se podrá decir que la Constitución no habla de «oposición» sino de «partido que le siga en número de votos», pero por muy rigurosa y jurídica que sea esta explicación, no es menos inmoral.
La Constitución asume que los partidos políticos diferentes representan opciones políticas (o si se quiere, ideológicas) igualmente diferentes y que, por tanto, el partido A no es lo mismo que el partido B, y que cuando el partido A gobierna el B forma parte de la oposición.
Pero la lógica constitucional no rige en Salta, en donde por efecto de la Pachamama y el viento Zonda, los partidos A, B, C y D son exactamente lo mismo.
Según ellos forman parte del mismo «espacio político» y del mismo «proyecto de gobierno», pero está visto que esto solo sucede cuando les conviene para imponer el rodillo mayoritario y aniquilar a las verdaderas minorías.
Tres cuartos de lo mismo pasa, por ejemplo, con la designación de los auditores, cargos para los cuales la Constitución de Salta prevé que puedan postular candidatos los bloques de la oposición parlamentaria. La solución es idéntica: basta con hinchar otra vez el acordeón, y así el bloque mayoritario se partirá transitoriamente en tantos bloques como sean necesarios para que todos los auditores, sin excepción, respondan a la mayoría gobernante. Hecho lo cual, el acordeón volverá a cerrarse.
Con el debido respeto a quienes han inventado esta treta electoral, me parece que nos encontramos frente a uno de los recursos más inmorales y distorsivos de la voluntad democrática ciudadana de que tengamos memoria.
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