#8N: í‚¿Contra-democracia o contra la democracia?

“The history of real democracies has always envolved tension and conflict”, Rosanvallon

Pierre Rosanvallon (2008) afirma que la legitimidad y la confianza son atributos muy diferentes que la democracia representativa ha tratado de vincular a través de los procesos electorales; pero la legitimidad es un atributo producto de la votación, mientras que la confianza es un atributo mucho más complejo de materializar. Sin embargo, a pesar de su complejidad, afirma que la confianza representa una expansión de dicha legitimidad electoral y ayuda a que la misma perdure en el tiempo. En contraparte la falta de confianza lleva a que las democracias tomen medidas para fortalecer las medidas de control y rendición de cuentas de los gobernantes, como el incremento de la frecuencia de las elecciones o los mecanismos de democracia directa, empleados para limitar la independencia de los representantes electos.

La creciente desconfianza democrática ha aumentado este tipo de contra-poderes, que tienen como principal objetivo asegurarse de que los funcionarios electos cumplan sus promesas. La contra-democracia, como la denominará Rosavallon, son formas de democracia que refuerzan la democracia electoral, que la complementan a través de tres modos principales de supervisión: la vigilancia, la denuncia y la evaluación. Estos, a diferencia de las elecciones, son permanentes y pueden ser ejercidos por individuos y organizaciones, encontrándose actualmente en plena expansión.

Pero la desconfianza puede ser no es sólo contra nuestros representantes, sino contra la democracia en sí­; ya nuestra Constitución, que toma de referencia a los padres fundadores del régimen estadounidense, tiene una visión pesimista de la democracia. Por ello no hace referencia a la misma y en su Artí­culo 1° estableces que el “sistema de gobierno en la Argentina adopta la forma representativa, republicana y federal”; es más, en el Artí­culo 22 establece que «El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”. Esta es la vertiente de la desconfianza liberal sobre el poder de la gente, de su expresión, y las dudas sobre el sufragio universal.

El debate alrededor del 8N se ve reflejado en estas dos tendencias, entre aquellos que lo consideran un llamado de atención hacia el desempeí±o del gobierno; y aquellos que lo consideran la expresión de una minorí­a que reniega del sufragio popular. La respuesta a este interrogante es compleja, ya que por una parte la masividad de la marcha debe ser considerada como una evaluación negativa del gobierno por una gran porción de la sociedad, sin embargo el número de manifestantes continúa siendo muy inferior a la cantidad de votantes que seleccionaran al actual Poder Ejecutivo hace poco más de un aí±o.

Lo que es más claro es que la manifestación es una reacción a las decisiones del gobierno, un veto hacia el mismo. En este sentido, Rosanvallon afirma que hoy encontramos una «democracia del rechazo», por sobre la original «democracia de la proposición». En este sentido, la acción polí­tica dependerá de la capacidad de los distintos actores para emitir un veto antes que legitimar. A este componente debemos sumar que las coaliciones negativas son más fáciles de organizar que las mayorí­as positivas, ya que pueden tolerar o desconocer sus propias contradicciones con mayor facilidad. La duda alrededor del 8N es si esa masa disconforme se puede traducir en un movimiento de acción social, lo cual presupone un consenso, un acuerdo positivo.

Asimismo, la democracia del rechazo trae sus peligros, la perdida del sentido común empuja a una democracia en crisis, donde sus actores la comprenden de una manera que tiende a disolver las bases sobre la que se apoya su funcionamiento. Marcel Gauchet (2008) nos advierte los peligros de una sociedad que se corroe desde adentro por un individualismo de masas, donde la democracia pasa de ser vista como el poder colectivo, autogobierno, a sólo remitir a las libertades personales, soberaní­a individuo, el cual tiende a jaquear el poder colectivo, generando la incapacidad polí­tica de la democracia. Los individuos y los grupos de la sociedad civil sólo se tienen en vista a sí­ mismos y a sus propias preocupaciones y abandonan el punto de vista del conjunto. La democracia se vuelve contra sí­ misma, la búsqueda de maximizar las libertades individuales, o sea de más derechos para cada uno, deriva en una merma del poder de la sociedad, o sea menor poder para todos.

Sin embargo, no se puede dejar de rescatar la participación ciudadana que estas manifestaciones representan, este fenómeno no es exclusivo del 8N, el número de personas que participan en huelgas, manifestaciones, firmando peticiones, etc, hace varios aí±os que viene incrementando. Asimismo, en todos los sectores y clases la movilización parece ser la única herramienta útil para entrar en la agenda polí­tica, esto habla de deficiencias en los canales con los que cuenta la sociedad para plasmar sus intereses. Por este motivo, la ciudadaní­a ha diversificación las formas de expresión polí­tica, en particular a partir del 2001 con la erosión de los partidos polí­ticos. Los ciudadanos han demostrado que tienen muchas maneras de expresar sus quejas y reclamos que no sea votando. Por lo que, a pesar de que el voto es la expresión más visible e institucionalizada de la ciudadaní­a, es de esperar que continúen aumentando en expresión y fuerzas otros mecanismos de control del poder por parte de la sociedad.

Es probable que haya brindado menos respuestas, que lo interrogantes abiertos sobre la naturaleza del 8N. La dificultad de discernir si se trata un producto del individualismo de masas, que sólo remite a la defensa de ciertas libertades personales, sin considerar la visión del conjunto y la voluntad expresada por el sufragio popular; o si se trata de una expresión de contra-democracia, de supervisión de los representantes electos, y de participación ciudadana no podrá ser resuelta en el corto plazo. Hannah Arendt (1984) expresa en este punto, que la falta de conocimiento que tiene el actor del pleno significado de la acción se debe a que el sentido sólo puede revelarse cuando la misma ha terminado, aparece sólo a su final, sólo entonces podemos intentar trazar su historia. Al mirar la historia en su totalidad habrá un relato que contar debido a que los acontecimientos singulares e intenciones de los agentes adquieren sentido, “entonces de la masa caótica de sucesos surge un relato que puede ser contado porque tiene un comienzo y un final”(2005;62).

Lo que si me atrevo a sostener, es que la democracia es el régimen donde el desacuerdo y el cuestionamiento de las situaciones consolidadas no deberí­an tener fin; pero, la libertad, como nos asegura Arendt, sólo puede existir en ese espacio en donde los hombres actúan en compaí±í­a de los demás. Esperemos que esta vuelta de los ciudadanos a la vida activa, sea en favor del poder colectivo y no de intereses individuales, camino que lleva inevitablemente a la perdida del sentido común de una sociedad.

Finalmente, como he mencionado, la acción polí­tica, el comienzo de algo nuevo, es la esencia de la libertad humana, pero tiene otra cara, la comprensión, a través de la cual las personas que actúan aceptan lo sucedido y se reconcilian con lo que existe dirá Arendt; veremos en los próximos dí­as cual es el grado de compresión de los distintos actores involucrados.

 

Bibliografí­a

ARENDT, Hannah: La vida del espí­ritu. El pensar, la voluntad y el juicio en la filosofí­a y en la polí­tica.Ed. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1984.

ARENDT, Hannah: De la historia a la acción. Ed. Paidós. Buenos Aires. 2005.

Constitución Nacional Argentina

GAUCHET, Marcel: La democracia: de una crisis a otra. Nueva Visión. Buenos Aires. 2008.

ROSANVALLON, Pierre: La Contrademocracia: La Polí­tica en la Era de la Desconfianza. Ed.Cambridge University Press. 2008.

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