Como parte de la experiencia electoral, la entrega del bastón de mando es intrínseca a la historia democrática de este país. La historia de como se hizo este nuevo bastón.
Crédito de la foto: Hugo Passarello Luna
Argentina: la creación de un bastón de mando presidencial
El suave sonido de los cinceles logra tapar el ruido de la calle que se cuela por las ventanas. Juan Carlos Pallarols, 68 aí±os, se para en el centro de su taller de orfebre en Buenos Aires. Desde ahí examina de cerca el trabajo de sus empleados. Algunos están haciendo las plumas de lujo para un cliente en Francia, otros labran cuidadosamente unos mates de plata.
El sol de la maí±ana ilumina su cara y es evidente que Pallarols está cansado. Desde comienzos del aí±o ha estado trabajando en el proyecto más importante del 2011. Â Está haciendo el bastón de mando presidencial que acompaí±ará a Cristina Fernández de Kirchner durante su segunda presidencia, después de ser reelecta en octubre pasado con el 54% de los votos.
La escena tuvo lugar el pasado mayo, cuando visité a Pallarols para conocer los detalles de su trabajo. Una obra que repite cada cuatro aí±os, ya que hizo los 11 bastones de cada jefe de Estado argentino desde el retorno de la democracia, en 1983. La sexta generación de una familia de orfebres, Pallarols conoce muy bien su profesión.
«Yo diseí±e en 1983 el primer bastón de mando de estilo argentino», dice Pallarols, que buscaba diferenciarse de sus predecesores que se inspiraron en modelos europeos, con una empuí±adura de oro y una madera importada de la India.
Pallarols sustituyó el oro por 200 gramos de plata. «Yo uso la plata, porque este país lleva el nombre de ese metal», explica Pallarols.
El palo está hecho de madera «urunday», un árbol típico del norte argentino, adónde Pallarols viaja para seleccionarlo él mismo. «Es una madera económica y, sin embargo, de gran calidad,†dice el artesano. “Además no se tuerce y no se contamina ni por la carcoma ni por las polillas.» Una metáfora perfecta para un líder, piensa Pallarols, que para él » tiene que ser recto y no debe ser corrompido por los parásitos.»
El bastón está hecho enteramente a mano, pero no sólo las suyas. Exactamente 3.026.994 pares de manos trabajaron sobre él. Cada una de ellas grabaron en la empuí±adura, el diminuto diseí±o que esconde cincel: dos manos unidas, que representan la fraternidad. Un símbolo que Pallarols tomó del escudo nacional. «Es un gran honor y responsabilidad hacer el bastón, así que quise compartirlo con los demás».
Durante todo el aí±o viajó por todo el país llevando un cincel, un martillo y un contador electrónico, para registrar cada golpe. Su periplo incluyó también el extranjero, en la búsqueda de la diáspora argentina, visitando ciudades como París, Ciudad de México y Barcelona, donde más de 800 personas participaron del proyecto. «El bastón de mando le pertenece a los argentinos», resalta Pallarols. «Nosotros se lo prestamos por cuatro aí±os al presidente.»
Y además de dejar una marca en la empuí±adura, la gente puede escribir un mensaje al futuro mandatario en los cuadernos que Pallarols llevó lados. «Espero que gobiernes bien Argentina», escribió un nií±o de 11 aí±os de una zona rural.
Pallarols recuerda con gracia una historia en particular. Al visitar una ciudad del interior unos hombres le pidieron que fueran hasta la casa de un amigo que estaba gravemente enfermo y no podía acercarse para participar. Para sorpresa de Pallarols, cuando llegó a la casa encontró a un hombre joven y sano. No estaba enfermo sino prófugo de la justicia, por «un delito político», según le explicaron al orfebre. «Gracias por permitirme participar en esta obra colectiva, incluso desde la distancia del destierro», escribió el hombre en el cuaderno.
En total la gente completó cinco cuadernos que fueron entregados a Kirchner. Y la presidente pidió una entrevista personal con Pallarols para revisar con él los comentarios y conocer de cerca las historias que recopiló a lo largo y ancho del país.
El día antes de la ceremonia, llamó por teléfono a Pallarols para conocer el final del proceso. Acababa de entregar el bastón de mando a un funcionario de la casa de gobierno. A cambio obtendrá su merecida paga: un peso argentino, el equivalente de un cuarto de dólar. «Es claramente un precio simbólico», dice. «Un bastón así normalmente costaría alrededor de 1.500 dólares.»
Al repasar sus experiencias del aí±o, le llamó la atención la alta participación ciudadana. «Yo lo veo como un compromiso con la democracia», dice con orgullo.
Para los próximos días su plan es descansar. «A mi edad, este proceso, que incluye viajes, es muy agotador», confiesa. «Pero ya estoy pensando en el próximo bastón de mando. Ganas no me faltan».
Hugo Passarello Luna