Dejemos de lado los reconcores y votemos pensando en una Argentina mejor.
Mucho se habló sobre la sanción de la ley promulgada por el Poder Ejecutivo, que adelantaba la fecha de los comicios, la cual ha tenido como efecto inmediato una campaña más que extraña. Los partidos debieron armar sus estrategias del día para la noche, por lo que no debemos sorprendernos de la debilidad de las alianzas que se conformaron al calor de la campaña y donde los integrantes de las mismas no contaron con el tiempo para definir sus posturas sobre cuestiones básicas, lo que puede complotar a mantener la unidad una vez que deban debatir las mismas. También veo como perdedores a los movimientos sociales, que tanto protagonismo han tenido en los últimos años, casi no han podido acoplarse a los armados electorales o lo hicieron en roles muy secundarios. Pero donde más notorio ha sido la repercusión de adelantar varios meses los comicios, es en las estrategias de campañas utilizadas. Lo usual en cada campaña es que haya una primer etapa de presentación de los candidatos, se los da a conocer; en una segunda instancia estos candidatos dan a conocer sus proyectos de ley y su posición sobre los temas públicos fundamentales; hay una tercera etapa, la cual esta representada por la campaña negativa, suele durar un lapso breve de tiempo para evitar la victimización de los acusados; tras la misma viene los campaña esperanzadora, las que nos recuerda la importancia positiva de nuestro voto. En los últimos 60 días hemos vivido una campaña negativa interminable, de la cual ningún partido es ajeno. Una campaña que ha apuntado a ponernos la camiseta í¢â‚¬Å“Antií¢â‚¬Â, estrategia tal vez útil para atraer votantes, pero que socava lo positivo del acto electoral. Estas propagandas que tratan de convencernos quien es el más í¢â‚¬Å“Antií¢â‚¬Â tal o cual candidato, tiene dos problemas para la democracia: Nos han tratado de convencer de votar a una lista no por apoyo a un proyecto, sino por el odio a otro. Acá me quiero detener un segundo, la crítica es importante, pero es una opción simplista al lado de la posibilidad de realizar una crítica constructiva. Pero así como exijo que los candidatos aporten algo más que una crítica y que propongan la construcción de una sociedad mejor, nosotros debemos tomarnos el esfuerzo de votar en pos de construir. Siempre me parece importante recalcar la parte de nuestra responsabilidad, votar a un partido, sólo para hacer la contra, es un voto poco responsable.
El segundo grave problema que quiero remarcar es que, se ha llevado a perder de foco que es lo que el elector vota. Parece que fuese lo mismo elegir diputados, que senadores, que consejales. Por ejemplo, en todas la Provincias y en la Ciudad de Buenos Aires, elegiremos diputado; en lo que respecta a la elección de los mismo, el sistema proporcional busca confromar una Cámara con una amplia representación; pero la campaña nos ha impuesto un panorama polarizante. La elección busca la conformación de una cámara heterogénea donde haya una gran representación de lso diferentes sectores que componen al pueblo argentino, por eso se usa un sistema electoral Dí‚´Hont, un sistema proporcional. Pero las propagandas, los discursos, afiches, entrevistas a candidatos, siempre nos arrojan que estamos ante dos elecciones: A- votar al oficialismo B- votar a la oposición que tiene posibilidades de í¢â‚¬Å“ganarí¢â‚¬Â. Esta polarización ha probado ser útil para atraer a la gente que no sabe a quien votar, pero esta fervientemente en contra del gobierno, y cree que votando al opositor más fuerte perjudica de mayor manera al gobierno; pero, votando de manera negativa, sin otro motivo, í‚¿Cómo sabemos que las iniciativas del partido al que votamos son mejores?. El acto del voto debemos pensarlo como algo positivo, votamos por que consideramos que ciertos candidatos, con cierto programa, con ciertos proyectos de ley, mejorará la calidad de vida de todos los habitantes del paí¬s. Además, la oposición no es un absoluto, no da lo mismo votar a cualquier partido con probabilidades de ganar una banca. Cuando veamos la renovación de la cámara no podemos hacer la lectura simplista de 70% opositores – 30% oficialistas. Los partidos de la oposición representan distintos puntos de vista, y no siempre van a votar en contra de los proyecto del oficialismo, esto dependerá de su interpretación y afinidad sobre cada proyecto de ley. La oposición no es un modelo único contrario al gobierno, hay varios tipos de oposición, y no todos son críticos del gobierno en los mismos puntos. Podemos abrir nuestro abanico, nuestro voto es mucho más amplio que un simple voto estratégico en un plebiscito, donde nos preguntan mantenemos el modelo, si o no. Además, debemos diferenciar nuestra estrategia de voto para cada cargo, pero esto será imposible si no estamos al tanto de que es lo que votamos.
La sensación en general es que unos nos meten miedo, otros nos meten bronca, tratemos de superar lo que nos ofrecen y pensemos lo que nosotros queremos. Los partidos tienen perfiles y programas, pero no han contado con el espacio (en especial temporal) ni la voluntad por hacerse valer a través de ellos. Hagamos lo que no hicieron los candidatos y votemos sin miedo y sin bronca, sino de la manera que nosotros consideramos más apropiada y responsable. Creo que tomarnos un rato para analizar lo que estamos por votar, a quien vamos a votar y porque los vamos a votar, nos puede comenzar a ayudar a dejar de sentirnos que apenas somos un electorado manipulado.