Este artículo analiza la retórica utilizada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso de asunción. Compara el lenguaje de Cristina por aquel utilizado por su marido y por los demás presidentes desde el retorno de la democracia en 1983. El Dr. Victor Armony publicó este análisis en la revista Noticias y amablemente lo compartió con Argentina Elections.
La nueva retórica presidencial
Por Victor Armony*
Revista Noticias
Edicion del 16 de diciembre del 2007
Se sabe que el presidente Néstor Kirchner fue siempre reacio a seguir con fidelidad las normas del protocolo asociadas a su investidura, en especial en lo relativo a las ceremonias y a las declaraciones formales. En las antípodas de un Franí§ois Mitterand e incluso de un Raúl Alfonsín, el ex-presidente nunca pretendió í¢â‚¬Å“personificar a la Repúblicaí¢â‚¬Â. En su modo de vestir, de conducirse y de hablar, Kirchner se mostró constantemente como un í¢â‚¬Å“hombre comúní¢â‚¬Â. Este aspecto de su personalidad í¢â‚¬â€œ sin duda real, pero también cultivado para consumo público í¢â‚¬â€œ le fue muy útil en la coyuntura en que le tocó dirigir el país. Hartos de la grandilocuencia hueca y de las promesas rimbombantes de la í¢â‚¬Å“clase políticaí¢â‚¬Â, los argentinos de la post-crisis se dejaron seducir por una imagen opuesta a la de Alfonsín (figura del mandatario pomposo, desconectado de la realidad e intelectualmente pedante) y de Menem (figura del líder demagógico, oportunista y frívolo). Aparentemente, la nueva presidenta tiene la intención de realzar, al menos en parte, el brillo y la solemnidad de la primera magistratura. La cuidada y sobria puesta en escena del lanzamiento de su candidatura y su expresado deseo de hacer lucir a la Argentina en la escena global contrastan con el desdén de su marido por los símbolos del poder y por el arte de la diplomacia. Por ello, sorprendió que, rompiendo con una tradición bien establecida, Cristina Fernández de Kirchner pronunciara su mensaje inaugural sin leer un texto. Tal patente espontaneidad y desmedro del protocolo í¢â‚¬â€œ que, en el caso del matrimonio K, uno esperaba del esposo pero no de la esposa í¢â‚¬â€œ no debe, sin embargo, engañarnos. La presidenta articula una estrategia de comunicación bien definida y que tiene antecedentes en el plano internacional.
En su discurso inaugural del 10 de diciembre, la presidenta empleó 23 veces la palabra í¢â‚¬Å“creoí¢â‚¬Â y 18 veces la palabra í¢â‚¬Å“quieroí¢â‚¬Â, claras indicaciones de una subjetividad que estuvo hasta ahora ausente en la retórica de la asunción presidencial argentina, históricamente marcada por el formalismo y los pronunciamientos patrióticos (incluso Néstor Kirchner respetó esta costumbre en el 2003). El tenor más personal de la imagen que Cristina Fernández de Kirchner busca proyectar se manifestó también en el uso frecuente del pronombre í¢â‚¬Å“yoí¢â‚¬Â (13 veces). Excepto Carlos Menem, que lo pronunció 25 veces en su discurso de toma de posesión en 1989 (obviamente en el marco de su visión mesiánica, sintetizada en la fórmula í¢â‚¬Å“!Síganme!í¢â‚¬Â), ningún otro presidente constitucional desde la transición había osado emplearlo más de una vez en el primer mensaje formal dirigido a la Nación. En una comparación estadística con los discursos de toma de posesión de 32 otros mandatarios que asumieron desde 1999 en toda América Latina se observan otras particularidades de la nueva retórica presidencial argentina. En el discurso de asunción de la Señora de Kirchner, tres vocablos estuvieron notoriamente subutilizados con respecto al promedio latinoamericano: í¢â‚¬Å“gobiernoí¢â‚¬Â, í¢â‚¬Å“nacionalí¢â‚¬Â y í¢â‚¬Å“puebloí¢â‚¬Â. Esto resulta coherente con otro fenómeno distintivo: la sobreutilización significativa por parte de la presidenta de términos que remiten a la sociedad como un conjunto de individualidades: í¢â‚¬Å“ciudadanos y ciudadanasí¢â‚¬Â, í¢â‚¬Å“hombres y mujeresí¢â‚¬Â (y durante la campaña: í¢â‚¬Å“cada uno de nosotrosí¢â‚¬Â, í¢â‚¬Å“todos y cada unoí¢â‚¬Â, etc.). De hecho, si se compara el discurso de asunción de la presidenta argentina al de todos sus predecesores desde 1983, se constata una diferencia estadística altamente significativa en el empleo de dos conceptos claves que, aunque similares semánticamente, suponen dos maneras distintas de evocar la comunidad nacional: í¢â‚¬Å“la Argentinaí¢â‚¬Â y í¢â‚¬Å“los argentinosí¢â‚¬Â. Los seis presidentes constitucionales desde 1983 (Alfonsín, Menem, De la Rúa, Rodríguez Sáa, Duhalde y Kirchner) habían usado en promedio 16 veces la palabra í¢â‚¬Å“Argentinaí¢â‚¬Â en sus respectivos discursos de toma de posesión del cargo. En clara discrepancia con todos ellos, la nueva presidenta la utilizó apenas 4 veces. Por otra parte, sus antecesores emplearon en promedio 12 veces la palabra í¢â‚¬Å“argentinosí¢â‚¬Â. Claramente más identificada con esta modalidad retórica, Cristina Fernandez de Kirchner la usó 28 veces en su mensaje del lunes pasado. Estos datos revelan una neta alineación de la presidenta con una creciente tendencia internacional en el campo de la comunicación política: se evitan metódicamente los términos que subrayan la distancia entre la clase dirigente (el í¢â‚¬Å“gobiernoí¢â‚¬Â, el í¢â‚¬Å“Estadoí¢â‚¬Â) y los í¢â‚¬Å“ciudadanosí¢â‚¬Â, se presenta al líder como un ser sensible y guiado por í¢â‚¬Å“conviccionesí¢â‚¬Â í¢â‚¬â€œ término típico de los dos presidentes Kirchner í¢â‚¬â€œ más que por ideologías, se habla de í¢â‚¬Å“sociedadí¢â‚¬Â í¢â‚¬â€œ otro término favorito de ambos conyugues í¢â‚¬â€œ más que de í¢â‚¬Å“nacióní¢â‚¬Â o de í¢â‚¬Å“puebloí¢â‚¬Â. Este fenómeno es correlativo al desprestigio de los políticos y el creciente rechazo de toda forma de limitación de la autonomía individual en las democracias occidentales. En Argentina, la crisis del 2001 llevó a un giro brusco en la opinión pública que Néstor Kirchner supo interpretar hábilmente y que su esposa parece querer convertir en eje central de su imagen. Sin embargo, la estrategia comunicacional de la presidenta promete ser más compleja y mejor diseñada, si se toma también en cuenta su discurso electoral.
Aunque incipiente, la llegada de mujeres a los máximos puestos ejecutivos comienza a cobrar visos de tendencia global. Sin que esto signifique que ellas vayan a ser mayoritarias en un futuro próximo (de hecho, es incierto que lleguen, ni siquiera en el largo plazo, a una eventual paridad, como sería a todas luces deseable), es evidente que las candidaturas de Hillary Clinton en Estados Unidos y de Ségoléne Royale en Francia, así como las victorias de Angela Merkel en Alemania, de Michelle Bachelet en Chile y ahora de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, entre varios otros casos en todo el mundo, revelan una transformación considerable o, al menos, un fuerte deseo de cambio por parte de los electores. Es importante subrayar que las mujeres traen, en efecto, un cambio en la manera de hacer política y, tal vez más claramente, en la manera de í¢â‚¬Å“decir la políticaí¢â‚¬Â í¢â‚¬â€œ la forma de vincularse con los ciudadanos, el estilo con que se ejerce el poder í¢â‚¬â€œ no tanto porque sean esencialmente diferentes (este es un debate sin fin: í‚¿las mujeres y los hombres piensan distinto?), sino porque eso es lo que se espera de ellas: una renovación que implique traer a la política más cerca de la gente. El discurso de campaña de Cristina Fernández de Kirchner se caracterizó por lo que se puede denominar un sesgo personal y mesuradamente emotivo. El análisis cuantitativo de sus declaraciones revela, por ejemplo, el uso recurrente de la frase í¢â‚¬Å“voy a contarlesí¢â‚¬Â o í¢â‚¬Å“quiero contarlesí¢â‚¬Â (y también í¢â‚¬Å“me acuerdoí¢â‚¬Â). Esto manifiesta un estilo í¢â‚¬Å“conversacionalí¢â‚¬Â e í¢â‚¬Å“intimistaí¢â‚¬Â que diversos expertos han observado en otras democracias actuales y que es particularmente empleado í¢â‚¬â€œ algunos dirán explotado í¢â‚¬â€œ por ciertas mujeres en política. Asimismo, se ha demostrado estadísticamente que Hillary Clinton tiende a sobreutilizar partículas del lenguaje que intensifican o matizan sus afirmaciones, un rasgo que se observa también en el discurso electoral de la Señora de Kirchner (quien usa frecuentemente modismos como í¢â‚¬Å“tal vezí¢â‚¬Â y í¢â‚¬Å“me parece queí¢â‚¬Â, lo cual contrasta con la preferencia de su marido por expresiones más imperativas como í¢â‚¬Å“la verdadí¢â‚¬Â y í¢â‚¬Å“hay queí¢â‚¬Â). El modelo de mujer política que se destaca hoy por su éxito ante la opinión pública en varios países es el de la profesional altamente inteligente y competente que es, al mismo tiempo (sobre todo para no intimidar al hombre y para evitar ser vista como í¢â‚¬Å“fríaí¢â‚¬Â), capaz de expresar emociones y de dialogar. Como sabemos, estas últimas cualidades son socialmente atribuidas í¢â‚¬â€œ con o sin razón, dependiendo del punto de vista í¢â‚¬â€œ al carácter femenino. Hillary Clinton y Ségoléne Royale han hecho de su í¢â‚¬Å“femineidad post-feministaí¢â‚¬Â í¢â‚¬â€œ liberadas del yugo machista pero cómodas con su sensibilidad femenina í¢â‚¬â€œ un elemento clave del discurso político. Todo indica que la nueva presidenta argentina no es ajena a ese tipo de estrategia.
*Victor Armony, Profesor de la Universidad de Québec y Director de la Revista Canadiense de Estudios Latinoamericanos y del Caribe.