El duelo entre el socialismo y el peronismo por la gobernación de Santa Fé.
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Clarín
2 de Setiembre de 2007
Si triunfa el socialista Binner, la oposición se verá reforzada para pelear las presidenciales. Si el ganador es Bielsa, el Gobierno recibirá un impulso fuerte para respaldar el desempeí±o de Cristina Kirchner en octubre.
Marcelo Helfgot SANTA FE. ENVIADO ESPECIAL
mhelfgot@clarin.com
Las elecciones de hoy en Santa Fe vienen con impacto nacional garantizado. Eso sucederá gane quien gane.
Si el favorito de las encuestas, Hermes Binner, es electo gobernador, retemplará los ánimos de la oposición para dar pelea en las presidenciales. Fórmulas antikirchneristas de distinto signo ya se impusieron en la Capital, Tierra del Fuego, Neuquén y San Luis.
En caso de que Rafael Bielsa pegue el batacazo -posibilidad que se instaló sobre el filo de la campaí±a-, el Gobierno recibirá un envión poco menos que irreversible para asegurar el triunfo de Cristina Kirchner en octubre. El Presidente viajó cinco veces para apoyar a su ex canciller, que dos meses atrás estaba casi 20% abajo en las mediciones.
El suspenso que se generó en los últimos días, con guerra de encuestas incluida, potenció las expectativas sobre los efectos del resultado en uno de los cuatro distritos con peso decisivo en la disputa por el poder.
Un triunfo de Binner encumbraría por primera vez en el país a un socialista en un gobierno provincial, más de un siglo después de que Alfredo Palacios se convirtiera en el primer diputado de ese signo en América latina.
La consagración de Bielsa significaría la extensión a 28 aí±os del dominio que el peronismo ejerce en Santa Fe, una vigencia que ningún otro estado de los llamados grandes puede igualar.
Para los más de 2 millones de santafesinos, esta elección marcará el fin de la ley de lemas, el amaí±ado mecanismo que rigió desde 1991 y benefició a candidatos del PJ que llegaron al gobierno aun sin haber sido los más votados. También será la clausura de un período de 16 aí±os de alternancia de Carlos Reutemann y Jorge Obeid en la Casa Gris, sede del poder local. Los dos participaron de la campaí±a de Bielsa.
Un clima de tensión se instaló en la provincia por el manto de sospechas que sembró el Frente Progresista de Binner sobre la transparencia del escrutinio. La alianza opositora -que nuclea a socialistas, un sector radical, el ARI, la democracia progresista, el PC y peronistas disidentes- pidió el envío de veedores de la Organización de Estados Americanos, que se negó a hacerlo tras una tardía gestión de Obeid.
En su lugar fue contratada una entidad civil que funciona desde hace cinco aí±os en Buenos Aires, Democracia Representativa, que desplegó a 47 observadores. El socialismo la objeta y pidió ayer a la provincia que le revocara el contrato. En las elecciones de 2003, la OEA envió una mínima misión de observadores.
Durante la campaí±a, Binner reflotó casos de irregularidades denunciadas en los escrutinios provinciales de 1983 y 1995, además de la aparición de urnas en el río en la elección a intendente de 1989, que marcó el inicio de la hegemonía socialista en Rosario.
La clave de la estrategia opositora consistió en asegurarse una abultada ventaja en esa ciudad -que Binner gobernó ocho aí±os y nuclea a un tercio del padrón- para compensar las diferencias que el PJ obtiene históricamente en los pueblos más chicos.
Las esperanzas de Bielsa están depositadas en el arrastre de los caciques municipales del peronismo en el interior. Esa fórmula le dio éxito en las internas partidarias en las que se impuso a Agustín Rossi, otro de los que se sumó a su campaí±a. Hoy se renuevan 50 intendentes y 313 presidentes comunales.
Ninguno de los bandos se dio tregua, aun en veda electoral, al punto que el senador Rubén Giustiniani, rosarino y jefe nacional del socialismo, denunció que «muchos dirigentes peronistas del interior estuvieron repartiendo mercadería a cambio del voto durante el fin de semana».
Para Rossi, instalado desde ayer en el búnker de Bielsa, «las reiteradas denuncias del socialismo muestran la debilidad de su candidato y la falta de consistencia de los pronósticos que daban por segura una derrota catastrófica del justicialismo».
Es seguro que el apellido del ganador empezará con la sílaba Bi. Es un mal chiste, pero no hay otro vaticinio para una pelea que parecía definida de antemano y ahora es de final abierto.