Le daría más poder al ministro de Gobierno. Y dos áreas clave quedarían para gente de Kirchner.
11 de Julio de 2007
Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@clarin.com
Daniel Scioli ya está pensando en el gabinete con el que gobernaría la provincia de Buenos Aires, si finalmente gana las elecciones de octubre. Como primera medida, impulsaría una reforma ministerial para achicar algunos ministerios, modificar otros y crear nuevas carteras.
Fuentes de su entorno remarcaron a Clarín que hay dos nombres firmes, decididos con antelación. Uno es el del legislador porteño Alberto Pérez, principal operador político del vicepresidente. Recalaría en el Ministerio de Gobierno, al que le adosarían la Jefatura de Gabinete provincial para dotarlo de más jerarquía. El otro nombre es el de José Scioli, «Pepe», el hermano del ex motonauta. Las versiones dicen que sería secretario general de la gobernación, un puesto clave.
Contrariamente a lo que se ha venido comentando, Scioli no se inclinaría por dejar en el Ministerio de Economía (í‚¿o será «Hacienda»?) a su actual titular, Carlos Fernández, un hombre del kirchnerismo. Se sabe que el área será controlada por Rafael Perelmiter, contador histórico de Scioli, en lo personal y en cada cargo público que ha tenido. Puede que no sea él mismo el que asuma, por una decisión personal. En ese caso, lo haría alguien de su equipo de colaboradores.
El área educativa sufriría un cambio. En el ideal de Scioli la Dirección de Cultura y Educación debería transformarse en Ministerio. Es osado el retoque y habrá que ver si se puede hacer: según reza la Constitución, para acceder al cargo se necesita del acuerdo del Senado, que aprueba o bocha el nombre que propone el Poder Ejecutivo.
Como sea, Mario Oporto sería el elegido para encabezar el área. Es el jefe de Gabinete de Solá, pero por años ocupó ese sillón. Además, asoma como el funcionario que tiene más contacto con los equipo del sciolismo.
Otra observación. Cultura pasaría a integrar un ministerio más grande, que incluya además a Turismo y Deportes. Lo comandaría Germán Pérez, un sciolista histórico, desplazado de la Secretaría de Turismo nacional cuando Néstor Kirchner se enojó con su vice y le recortó el poco poder real que tenía en el Gabinete.
Otro dato interesante y novedoso es que Scioli le ofreció la Secretaría de Cultura a crearse al médico y escritor Mario «Pacho» O’Donnell. Habría aceptado.
Según las fuentes, Scioli tiene la decisión de no chocar con la Rosada. Por eso, dos ministerios importantes serían «entregados» a Kirchner para que éste designe allí gente propia. Se trata de Obras Públicas y Desarrollo Humano. Para este último, suena fuerte el nombre de Daniel Arroyo, que manejaría la asistencia social. El hombre es el viceministro del área de Alicia Kirchner en la Nación. En verdad, dicen que Scioli no tiene en su equipos alguien especializado en el tema.
Para Obras Públicas hay danza de nombres. Desde el kirchnerismo se menciona al diputado Dante Dovena, un pingí¼ino auténtico y de buena llegada a Cristina Fernández.
La seguridad es un tema que desvela a Scioli. En su entorno confirman que León Arslanián no seguirá en el Ministerio más caliente, pero sí su línea de trabajo. Esto es: no habrá cambios grandes en la política ni en las reformas policiales realizadas. Scioli tiene guardado un nombre, que no sería el del fiscal Carlos Stornelli. Si éste tenía chances, cayeron luego del decreto presidencial que lo escrachó.
De acuerdo a las fuentes consultadas, la ministra de la Producción, Débora Giorgi, seguiría en la próxima etapa. Scioli la imagina en su gabinete pero aparentemente en un cargo más expuesto, vinculado al comercio exterior y a la búsqueda de oportunidades en el exterior.
En Asuntos Agrarios, suena el ex decano de la Facultad de Agronomía de la UBA, Fernando Vilella, que hace las veces de nexo entre Scioli y el campo. Una posibilidad es que se fusione con Producción.
El Ministerio de Justicia, en tanto, quedaría en manos del jurista y miembro del equipo de campaña sciolista Joaquín Da Rocha. Ya analiza una posible reforma penal y la creación de más organismos de control.