Los partidos y su rol

En una serie de interesantes artí­culos, los partidos polí­ticos vuelve a ser tema de discusión.


La representatividad de los partidos
La Nación
30 de julio 2007

La Constitución consagra, en el artí­culo 38, que «los partidos polí­ticos son instituciones fundamentales del sistema democrático». En ella se garantizan, además, su organización y funcionamiento, la representación de las minorí­as, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.
Paradójicamente, cuando faltan tres meses para las elecciones presidenciales y legislativas, los dos partidos que fueron el corazón de la polí­tica nacional del último medio siglo sufren una crisis tan profunda como destructiva.
La UCR, un partido centenario, asume hoy la forma de una liga de gobernadores con peso para desoí­r el mandato de los cuerpos orgánicos; se encuentra partida y comprometida por intervenciones distritales.
El PJ no presenta una mejor situación: permanece intervenido desde 2005, aun cuando se autoinvoca como la principal fuerza polí­tica de la Argentina. Hoy, sus dirigentes y afiliados asumen en el silencio total una intervención dispuesta por una archicuestionada jueza federal, como Marí­a Servini de Cubrí­a. La intervención, a cargo de un oscuro personaje vinculado a la SIDE, Ramón Ruiz, dista mucho de ser efectiva, ya que no ha cumplido con la tarea encomendada de realizar comicios internos, lo que para muchos configura una autoproscripción.
Esta situación no puede considerarse un simple problema interno de los partidos. Se ha transformado en un problema del régimen polí­tico y, por lo tanto, de la democracia. El papel predominante del justicialismo en los procesos electorales, tanto en el orden nacional como en el provincial, en los últimos años, implica que todo lo que no se resuelva institucionalmente dentro del PJ tendrá consecuencias institucionales en el paí­s. Del mismo modo, la división dentro de la UCR, a partir del surgimiento de un grupo de gobernadores que busca navegar a la sombra del kirchnerismo, compromete la articulación de una oposición sólida.
La crisis de los partidos dificulta severamente la composición de espacios organizativos mí­nimos para la realización de la sana competencia polí­tica; la incorporación de la ciudadaní­a a formas de participación y representación, y la creación de canales de selección de dirigentes que puedan llevar a cabo la polí­tica cotidiana, dotando al sistema de auténticas oportunidades de recambio.
En la historia de la democracia mundial no se han inventado todaví­a nuevas organizaciones que reemplacen a los partidos polí­ticos en sus funciones de intermediación social con el poder, institucionalización del régimen polí­tico y profesionalización necesaria de dirigentes para ejercer la actividad polí­tica.
La frescura de las nuevas organizaciones de la sociedad civil no es suficiente para el tratamiento de la complejidad de los asuntos públicos.
Revitalizar los partidos polí­ticos, los tradicionales y los nuevos, no en sus viejos vicios sino en nuevas prácticas que conduzcan a una menor personalización de la polí­tica, a evitar la verticalidad del proceso de toma de decisiones y a flexibilizar los espacios organizativos para no concluir en pequeñas oligarquí­as, sigue siendo un cambio necesario y urgente para propiciar la tan mentada pero nunca abrazada calidad institucional.
A pesar de la crisis en la que se debaten, los ciudadanos aún reconocen a los partidos como referentes de lo polí­tico, y si bien es lógico y saludable promover modos alternativos de participación, no se ha avanzado aún en ningún paí­s desarrollado del mundo en nuevas formas de democracia que puedan operar sin ellos.
Se trata de algo que deberí­a ser tenido en cuenta cuando, desde algunos sectores de la dirigencia, se proclama el fin de los partidos polí­ticos argentinos, que por ahora siguen y deben seguir siendo el eje de la democracia representativa.

í¢â‚¬Å“La transversalidad no se inventó en los tiempos Kí¢â‚¬Â
Javier Lorca
Página 12
30 de julio 2007

í¢â‚¬Å“La naturaleza frentistaí¢â‚¬Â y la definición de candidaturas mediante í¢â‚¬Å“procesos poco articuladosí¢â‚¬Â son constantes en la historia del peronismo. A partir de esas caracterí­sticas que define como constitutivas, más los fragmentos irradiados por la crisis de los partidos, hallando más persistencias que rupturas, Miguel De Luca, profesor y secretario académico de la carrera de Ciencia Polí­tica (UBA), analiza en esta entrevista con Página/12 la fisonomí­a que exhibe el peronismo í¢â‚¬â€œy en contraste el radicalismoí¢â‚¬â€œ en el tránsito hacia las elecciones nacionales. También explica por qué cree que la aparente disolución del bipartidismo en Argentina no va hacia un modelo de confrontación entre el centroizquierda y el centroderecha (ver aparte).
í¢â‚¬â€œí‚¿Qué hay de nuevo y qué de continuidad en la actual división del PJ í¢â‚¬â€œentre kirchneristas, antiK, lavagnistasí¢â‚¬â€œ y la construcción de acuerdos con sectores radicales y otros espacios polí­ticos?
í¢â‚¬â€œEn general, se piensa a los partidos como organizaciones con alto nivel de institucionalización formal, con autoridades, convenciones y procedimientos claros. Esto es así­ para muchos partidos europeos, norteamericanos, y algunos argentinos, como el radicalismo. El peronismo es un partido, pero no tiene nada de esto, y eso no lo descalifica, lo hace diferente. El PJ tiene un bajo grado de institucionalización formal, con un conjunto de reglas no escritas que habitualmente se cumplen. Entonces, esto de que el PJ esté acéfalo, que su consejo superior no exista, que el Presidente y los lí­deres nacionales se ocupen poco y nada del partido, se vincula con la naturaleza de una organización desorganizada. Como decí­a Perón, lo importante es el movimiento, el partido lo armamos para las elecciones. Esa es la naturaleza constitutiva del peronismo.
í¢â‚¬â€œí‚¿Cómo entra en ese cuadro la definición cerrada de una fórmula como la del kirchnerismo?
í¢â‚¬â€œAl haber pocas reglas de juego formales dentro del partido, es común que el peronismo no tenga un mecanismo único de resolución de candidaturas y que surjan de procesos poco articulados. Por eso, en momentos de conflicto, tenemos más de una lista que se reclama peronista: tí­pico ejemplo, la elección de 2003, con tres candidatos que no podí­an ser desconocidos como peronistas. Antes, el conflicto entre ortodoxos y renovadores en 1983, Herminio Iglesias contra Cafiero. La naturaleza del peronismo hace que sea posible resolver esos conflictos apelando directamente al electorado. En muchas provincias, esto se trasladó a reglas electorales, como la ley de lemas. Ahora está la candidatura de Cristina Kirchner por un lado y, por otro lado, el peronismo antiK buscando otro candidato. Todo esto es una constante en la historia del peronismo, mientras que serí­a impensable en otros partidos, como el radicalismo, donde las elecciones internas son la vida central del partido.
í¢â‚¬â€œí‚¿También es constitutiva la búsqueda de coaliciones?
í¢â‚¬â€œEl peronismo siempre tuvo como aspiración ser el representante de todos los argentinos. Por eso, la interna tiene poco sentido: que eso lo resuelva la elección general. Buscar aliados o socios forma parte de las estrategias para ganar. Otra caracterí­stica del peronismo es que los conflictos internos aparecen cuando cruje la disputa por el liderazgo. Una vez que esto se resuelve, todos se encolumnan detrás del ganador: los que habí­an sido cafieristas pasaron a ser menemistas, luego duhaldistas y luego kirchneristas, y el dí­a de mañana tendrán el rótulo de quien se imponga en la elección. Es la tradición de sumarse al carro del vencedor. En otros partidos más institucionalizados, hay corrientes internas que persisten en el tiempo. En el PJ eso no sucede, hay una alta capacidad pragmática para alinearse en torno de quien gobierna. Esto es lo que hace que el peronismo tenga una capacidad mucho mayor que otros partidos para adaptarse a situaciones crí­ticas y garantizar la gobernabilidad. Por ejemplo, en cualquier otro paí­s, un viraje como el de Menem en los í¢â‚¬Ëœ90 hubiera provocado o bien la ruptura del partido o bien un conflicto insoluble entre el presidente y su partido; pero eso no ocurrió, hubo un reacomodamiento y la mayorí­a se encolumnó, porque Menem demostró que podí­a seguir ganando elecciones. En otros paí­ses, virajes similares terminaron muy mal: tí­pico caso, Carlos Andrés Pérez en Venezuela. El peronismo no es programático, sino más bien pragmático, al menos en este aspecto.
í¢â‚¬â€œí‚¿Cómo se interpreta la no apelación del kirchnerismo a la liturgia y la iconografí­a del PJ, la tradición que ahora pretende recuperar el espacio antiK conformado en Potrero de los Funes?
í¢â‚¬â€œTiene más que ver con una cuestión de experiencia generacional. Una cosa era apelar a los sí­mbolos peronistas en los í¢â‚¬â„¢70 y en los í¢â‚¬â„¢80, cuando el PJ tení­a dos o tres décadas de historia, y otra cosa es cuando el partido ya pasa el medio siglo de vida. Hoy, nombrar a Perón y a Eva, o a Yrigoyen y Balbí­n en el caso de los radicales, tiene un rédito polí­tico mucho menor que hace algunas décadas, son figuras que forman parte de la arqueologí­a polí­tica sobre las cuales la mayorí­a del electorado no tiene experiencia directa. Además, en la experiencia polí­tica de Kirchner, Néstor o Cristina, probablemente haya una visión crí­tica del rol de Perón dentro del movimiento. En cambio, Duhalde, Menem, Rodrí­guez Saá, son de una generación más vieja. Es un cambio natural. Otra continuidad importante dentro del peronismo es el bajo apego a los procedimientos formales de gobierno. Se le reclama al peronismo que el Congreso es mero apéndice del Ejecutivo, que no respeta las instituciones republicanas, y esto también está en la naturaleza constitutiva del partido. Se lo tilda de autoritario y ahí­ hay que hacer una aclaración: el peronismo es democrático, porque se basa en el gobierno de la mayorí­a. Si en algún lado muestra déficit es en el respeto a los procedimientos establecidos sobre cómo se debe gobernar: el peronismo no encaja dentro de una matriz republicana, piensa su legitimación más por resultados que por procedimientos. Eso está incorporado en su dirigencia. Un radical o un representante de la derecha liberal piensa primero en los procedimientos, en guardar las formas. Entonces, el discurso de la república aparece hoy en el radicalismo o en personajes que se han ido de la UCR, como Lilita Carrió o López Murphy. En el caso de Macri, este componente no está tan presente, pero también el nombre de su partido refiere a la república.
í¢â‚¬â€œí‚¿Qué cambios comunes se están produciendo en los grandes partidos polí­ticos?
í¢â‚¬â€œLas etiquetas partidarias están devaluadas: hasta hace veinte años, los comités o las unidades básicas eran lugares de socialización, de reclutamiento de adherentes, proveí­an no sólo una identidad simbólica sino también incentivos, recursos. La organización partidaria de base era un espacio de contención. Hoy todo eso está en crisis y afecta más al radicalismo que al peronismo. í‚¿Por qué? Porque el peronismo siempre fue un continente muy amplio, mientras el radicalismo siempre tuvo más presente el adentro y el afuera. Del PJ se puede entrar y salir, pero es casi imposible que Carrió o López Murphy puedan volver. Lo único que hoy atrae de los partidos es la obtención de beneficios puntuales. Con lo cual, la adscripción al partido pasó a ser algo secundario o inexistente. Y esto que pasa en las bases también se observa en los cuadros intermedios, en la dirigencia y los representantes electos. Es el fenómeno que llamamos borocotización, el í¢â‚¬Å“transfuguismo polí­ticoí¢â‚¬Â, algo impensable en otra época, cuando, por ejemplo, la oposición peronismo/antiperonismo cruzaba toda la sociedad. Hoy tenemos lo opuesto. De la confrontación se pasó a la cooperación y luego a la colusión. Es bueno que los partidos se diferencien, se critiquen y negocien. Pero es perjudicial para la democracia que los dirigentes cambien de partido. También aquí­ hay una caracterí­stica del peronismo, el abigeato de dirigentes. Lo hizo Perón, lo hizo Menem. La transversalidad no se inventó en los tiempos K, aunque sí­ es de un cuño ideológico diferente. Kirchner tiene más simpatí­a por atraer dirigentes del espacio de centroizquierda, del ARI, del radicalismo o del Frepaso, sean Ocaña, Cobos o í¢â‚¬Å“Chachoí¢â‚¬Â Alvarez. Menem hací­a lo mismo pero hacia otro espectro ideológico: cooptaba dirigentes conservadores y de la UCeDé. Esto se relaciona también con que la naturaleza frentista está entre las continuidades del peronismo. Acá aparece otra vez el contraste con el radicalismo, históricamente reacio a enfrentar procesos electorales en coaliciones.

La crisis de los partidos

Página 12
30 de julio 2007

í¢â‚¬â€œLa crisis de los grandes partidos, í‚¿va hacia una fragmentación general del sistema polí­tico o hacia la construcción de dos amplias coaliciones, una de centroizquierda y otra de centroderecha?
í¢â‚¬â€œLa polí­tica argentina no se alinea en torno del eje izquierda/derecha. Hace 30 años la tesis de Torcuato Di Tella era que la polí­tica argentina algún dí­a se iba a normalizar y eso significaba que iba a seguir el modelo europeo: un partido de centroizquierda, progresista, y un partido conservador, de centroderecha. Yo serí­a cauto. No creo que porque Macri ganó una elección en un distrito vayamos hacia ese modelo. No veo en el corto ni en el mediano plazo la estructuración de un sistema polí­tico en torno a un partido progresista y uno conservador. Hay expresiones en ese sentido, pero no son mayoritarias. Otros paí­ses tienen esquemas de centroizquierda y centroderecha porque las diferencias sociales han cuajado de manera más profunda. Un ejemplo es Chile. Argentina no estructuró ese modelo al ser un paí­s más igualitario. El fenómeno inmigratorio y la educación masiva de alguna manera taponaron la posibilidad de que Argentina tuviera un partido trabajador exclusivamente. El PJ representó a los trabajadores, pero también a otros sectores sociales. Tampoco es que el peronismo sea un fenómeno único. Hay otros partidos heterogéneos, como el PRI en México, que vivieron procesos similares. Con su surgimiento, estos partidos populistas obturaron la posibilidad de una alineación sobre el eje izquierda/derecha al conquistar a gran parte de la clase trabajadora y sumar a otros sectores. Se ubicaron en el centro polí­tico, taponando tanto el surgimiento de partidos laboristas o socialdemócratas como de partidos de derecha.

1 comments

En las recientes elecciones nacionales se han realizado alianzas entre fragmentos de partidos polí­ticos.¿Cómo afectarí­a o afestá esta realidad transversal de alianzas la distribucion delas fuerzas politicas en el aspecto idilógico establecido por Gievani Sarton??

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