La democracia argentina vista por un polí­tico español

Entrevista de La Nación a Gabriel Elorriaga, diputado en España por el Partido Popular que opina sobre la democracia en Argentina, la candidatura de Cristina Fernandez de Kirchner y las empresas españolas en Argentina.


í¢â‚¬Å“En la Argentina, la democracia no se ejerce limpiamenteí¢â‚¬Â
Silvia Pisani
La Nación
Corresponsal en España
25 de julio 2007

MADRID.í¢â‚¬â€œ El punto más fuerte en común entre el presidente del gobierno español, José Luis Rodrí­guez Zapatero, y Néstor Kirchner es que son í¢â‚¬Å“automarginados de la polí­tica internacional, presidentes que apenas viajan por el mundoí¢â‚¬Â, con un perfil muy débil en polí­tica exterior y que prefieren cultivar í¢â‚¬Å“relaciones personalesí¢â‚¬Â, por poco atractivas que resulten.
En el caso de Kirchner, la principal falla de su gobierno son í¢â‚¬Å“los enormes problemas de corrupción, en el sentido más amplio de la palabra, en el sentido de ejercer limpiamente la democraciaí¢â‚¬Â.
Sin medias tintas, el diagnóstico tiene la firma de Gabriel Elorriaga, quien, en su condición de secretario de Comunicación, es responsable de la estrategia y el discurso del Partido Popular (PP, de derecha), la principal fuerza de oposición en España.
En estos dí­as, Cristina Kirchner está de visita aquí­, en el lanzamiento internacional de su candidatura. En diálogo con La Nacion, este diputado madrileño, que dice de sí­ mismo que es í¢â‚¬Å“un vasco de San Sebastiání¢â‚¬Â, se mostró consternado por í¢â‚¬Å“la falta absoluta de procedimientoí¢â‚¬Â con que se decidió la postulación de la esposa de Kirchner y la concepción personalista de la polí­tica que, a su juicio, eso encierra.
Colaborador estrecho tanto del ex presidente José Marí­a Aznar como del actual candidato y lí­der de oposición, Mariano Rajoy, Elorriaga consideró también en la charla que la venta de Repsol YPF encierra «un fracaso en la construcción de un camino de confianza mutua entre naciones». Y, si bien dijo que desea estar equivocado, llamó la atención sobre una posible retirada de empresas españolas de la Argentina.
-Acaba usted de regresar de la Argentina. í‚¿Qué impresión se ha llevado?
-Creo que falta allí­ una oposición lo suficientemente sólida y amplia como para que la alternancia sea una realidad. Y eso es indispensable en cualquier paí­s serio.
-í‚¿Qué impresión tiene del gobierno de Néstor Kirchner?
-Hay enormes problemas allí­. Para empezar, el preocupante sesgo populista del Presidente. Hay un gobierno con problemas de corrupción en el sentido más amplio de la palabra, o sea, en el ejercicio limpio de la democracia, en la forma de hacer polí­tica. A eso se le hace frente con la posibilidad de alternativas sólidas, que no se ven claras.
-Bueno: el Gobierno dice que el cambio vendrá con la candidata oficial, la señora de Kirchner.
-Eso parece, más que nada, una maniobra puramente propagandí­stica, reveladora de un planteo personalista de la polí­tica que es enormemente peligroso y malo. Me llama la atención, además, no el procedimiento, sino la falta total de procedimiento en el mecanismo de designación de la candidata.
-í‚¿Pero no es el Partido Justicialista un partido aliado del suyo, del PP, en el terreno internacional?
-Sí­, en lo teórico. Pero lo ocurrido con la designación de la candidata no ayuda, precisamente, a la idea de un avance institucional. No hay siquiera un programa concreto. Lo único que hay, hasta ahora, es una fuerte señal de concepción personalista de la polí­tica. Y eso causa una pésima impresión, impropia de democracias sólidas. Lo digo porque en España hay mucho interés, y real, por la Argentina. Basta con ver lo que acaba de ocurrir con las elecciones porteñas: todos los diarios nacionales españoles publicaron entrevistas con Mauricio Macri.
-Usted viajó para observar esas elecciones. í‚¿Cómo califica el resultado?
-Fue un voto en favor del cambio, un voto contestatario y de protesta por una situación que muchos consideran agobiante e inadmisible. Serí­a importante que Macri acertara, porque eso ayudarí­a a sentar las bases de una alternativa polí­tica nacional, que es lo que necesita la Argentina.
-Se habla de la «excelente relación» entre el gobierno español y el argentino. í‚¿Cuál es el eje de ese entendimiento?
-El gobierno de Zapatero es extremadamente débil en proyección internacional. Ha perdido prácticamente todos los apoyos que España construyó durante mucho tiempo con Francia, con Alemania, con Italia, con Estados Unidos. En cambio, cultivó relaciones más bien de corte personal con los lí­deres menos atractivos del panorama internacional. Eso ocurre con Fidel Castro, con Hugo Chávez y también sucede con Kirchner. Creo que son apoyos mutuos y personales entre aquellos que quedaron al margen de la verdadera polí­tica internacional. Marginados o automarginados de las relaciones internacionales que tienden a reunirse entre ellos. El punto en común que tienen Kirchner y Zapatero es que apenas viajan por el mundo. Probablemente porque no les interesa el mundo, o porque en el mundo a nadie le interesa lo que ellos piensen. Pero da que pensar…
-Bueno, justamente ése, el internacional, es uno de los frentes en los que Cristina Kirchner se muestra más interesada.
-En todo caso, lo que hay que ver es si eso es por un modelo o por un programa de promoción personal sobre la base de relaciones internacionales. Hay que ver si responde a algo más firme. Sinceramente, con lo que sabemos al dí­a de hoy de la señora de Kirchner, me cuesta un poco pensar que ella de verdad sea el tipo de dirigente con una sólida red de contactos polí­ticos internacionales que puedan hacer aportes a su paí­s.
-í‚¿Qué significa la venta de Repsol? í‚¿Una desinversión española o un avance estratégico argentino?
-La sensación general es que esto habla de empresas españolas retirándose, de una manera o de otra. Lo que está claro es que, en todo caso, no deja de ser un pequeño fracaso. Ojalá me equivoque, pero tengo la impresión de que es el comienzo de la retirada. Lo que estamos viendo es la salida de la empresa y la ruptura de un camino de confianza mutua entre los dos paí­ses.
-Es llamativo que usted diga eso, si se tiene en cuenta que el motor del éxito español fue la apertura a Europa y a la inversión extranjera.
-Sin duda. La entrada en Europa, con lo que eso implica de apertura, fue esencial para el proceso español. Europa fue siempre una referencia de todo tipo para nosotros: polí­tica, económica, de pauta. Siempre quisimos estar. Y cuando nos dieron la posibilidad, allí­ corrimos. Sin dudar. De un modo, incluso, acrí­tico. Compramos el paquete entero, aun asumiendo aspectos que podí­an ser cuestionados.
-Aquella gran lección española de polí­tica que fueron los pactos de la Moncloa, como facilitadores de todo eso, í‚¿se ha perdido para siempre?
-No sé si para siempre, pero es verdad que en España, en estos tres años de gobierno socialista, se ha deteriorado mucho no ya el clima de absoluto acuerdo, que es irrepetible, sino los consensos que parecí­an intocables, en materia, por ejemplo, de lucha contra el terrorismo. Y con eso sí­ es verdad que se han roto estructuras de 25 años.
-í‚¿Esa ruptura es real? í‚¿Cuánto tiene de escenificación polí­tica?
-Es absolutamente real, y muy de fondo. Lo que también ocurre es que no se traduce en fractura social. Por eso creo que en el momento en que Rodrí­guez Zapatero pierda el liderazgo de su partido los encontronazos terminarán.
-í‚¿No son los mismos que tuvieron en su momento con el ex presidente Felipe González?
-No. Con González jamás llegamos a este tipo de tensión. Era más previsible y mucho más claro y ordenado en sus ideas. González estuvo catorce años en el gobierno, y a lo largo de ellos nuestras buenas crisis hemos tenido. Pero en los temas básicos habí­a una idea común, un sustrato común. En todo caso, eran diferencias de matiz, de impulso. Pero no de fondo.
-Con Rodrí­guez Zapatero, í‚¿eso no ocurre?
-No, porque lo primero que hizo fue cambiar unilateralmente los objetivos. Y encima lo hizo desde una situación de debilidad polí­tica enorme.
-í‚¿Existe el riesgo de que, con la fuerza de los independentismos, España se deshaga como una naranja?
-En lo personal, lo dudo. Creo que España es una realidad básica, con una estructura polí­tica que la soporta. Por tanto, la disolución última de la nación no me parece posible.
-í‚¿Ha engordado la banda terrorista ETA? í‚¿Tiene ahora necesidad de matar para legitimar su ruptura de la tregua?
-Desgraciadamente, sí­. Es una banda terrorista. Su fuerza viene del chantaje, y, como todo chantajista, o exhibe su fuerza o la pierde. La fortuna es que ha perdido la capacidad que tuvo hace un par de décadas, cuando sí­ podí­a desestabilizar el sistema democrático.
-í‚¿De modo que la opción es resistir, aunque mate?
-Se estuvo muy cerca de extinguirla. La tragedia es el balón de oxí­geno que le dio el cambio de estrategia de este gobierno. Por eso ETA tiene hoy una recuperación muy importante. Sobre todo, en lo polí­tico. Después de años de acorralarla, volvemos a tener ahora a su gente en los ayuntamientos vascos y en instituciones europeas. Y eso es grave.
-í‚¿Por qué? í‚¿Acaso no abre eso el camino a una salida institucional?
-Con la llegada de la gente de ETA a los ayuntamientos se producen tres problemas graves: uno, se permite que un actor juegue con ventaja, porque tiene pistola. Dos, se ayuda a la financiación del terrorismo con recursos públicos, que es algo que ya ha pasado. Y tres, se facilita el acceso a información sensible para señalar blancos y cometer atentados. Todo eso ya ha ocurrido en el pasado.