Análisis realizado por Manuel Mora y Araujo.
17 de Julio de 2007
(Especial para Infolatam) .- «… Es posible que nuevos escándalos esperen todavía su momento para aparecer, con amplia difusión en algún medio de prensa. Porque si es cierto que manos ocultas han manejado algunos hilos en todo lo que viene ocurriendo, es previsible que otras manos darán los golpes de réplica. Posiblemente serán igualmente sensacionales e igualmente inocuos desde el punto de vista electoral».
«Yo no creo en las brujas… pero que las hay, las hay». Ese viejo adagio popular es la mejor clave para estos episodios que atraen la atención de los argentinos en las últimas semanas, y que acaban de costarle el cargo a la ministra de economía Felisa Micelli. Hay diversos planos que son relevantes para el análisis. Desde el punto de vista de la coyuntura política, sobresale netamente el plano de las luchas palaciegas dentro del gobierno de Kirchner. La prensa lo resalta a diario.
La candidatura de Cristina Fernández a la presidencia parece haber exacerbado los conflictos internos en la Casa Rosada, principalmente entre el sector liderado por el jefe de gabinete, Alberto Fernández y el sector liderado por el ministro de planificación Julio de Vido. El enfrentamiento alcanza sus picos máximos en los terrenos del mundo real donde las cosas más arden, la energía y la inflación. Se proyecta directamente sobre el futuro gobierno de Cristina, porque esos dos sectores no convergen del mismo modo en la formación de un eventual gobierno de la candidata presidencial. El «cristinismo» está liderado por Alberto Fernández, aunque cuenta con aliados en otros sectores del kirchnerismo. Y todos los mensajes emitidos hasta ahora desde ese entorno, inclusive los emitidos por la candidata, apuntan a avalar la imagen de un gobierno más moderno, más moderado, más inclinado a respuestas ortodoxas a los problemas más duros -incluyendo, por cierto, la política exterior-.
En lo que hace a Felisa Micelli, la interna palaciega estaba ya plenamente instalada en su propio ministerio, donde el secretario de comercio interior Guillermo Moreno -hombre de De Vido-competía con la ministra en el control de muchas áreas clave y en la toma de decisiones. El período pre electoral de este año en la Argentina ha estado salpicado de una sucesión de «escándalos», que involucran contrataciones de obras públicas, partidas presupuestarias millonarias disimuladas en el rubro í¢â‚¬Ëœvarios’, pagos en negro, gastos de fondos públicos eventualmente dolosos y ciertamente abusivos, un bolso con dinero encontrado por personal de seguridad en el baño de la ministra.. y otras cosas…
El foco de atención sobre las intrigas palaciegas tiene que ver con la ruta que, en cada caso, sigue la denuncia del hecho (o inclusive, a veces, el descrubrimiento mismo), su rápida llegada a la redacción de algún medio de prensa, su difusión con mayor o menor perfil, y la sede judicial en la que el caso termina recayendo. Indudablemente, algunas cosas suceden; también algunas cosas toman notoriedad más rápidamente que otras
Como se dice en la Argentina, a Felisa Micelli alguien puede haberle «hecho la cama», pero el hecho como mínimo increíblemente desprolijo y posiblemente inexplicable ha existido, y eventualmente -la justicia dirá- tal vez doloso. En todos los demás casos, también. Entonces, hay un plano que remite a la cultura política argentina, donde estas cosas parece que nunca terminan de suceder. «En todas partes se cuecen habas» es una expresión muy común para evadir la culpa generalizando el problema. Sí, pero en algunos lados los guisos llevan más habas que en otros.
í‚¿Costos políticos, o electorales para el gobierno? El ciudadano común argentino, el hombre y la mujer de la calle, se dicen a diario: «vaya la novedad. A mi no me están contando nada que yo no de por supuesto. En la política argentina, son todos iguales». Por lo tanto, electoralmente, esto parece no mover el amperímetro. Tampoco se lo movió a Lula, que enfrentó cosas peores antes de la última elección presidencial sin que le haya entrado ni una bala.
En el caso de Micelli, tampoco los mercados han dado señales de inquietud. Sin duda, está también descontado que el artífice de la política económica es el presidente y no su ministro. Por eso también, cuando se fue Lavagna del gobierno no pasó nada -para sorpresa del propio Lavagna, que se creía él el artífice-.
La designación de Miguel Peirano para reemplazar a Micelli es una decisión sensata y prudente. Kirchner coloca al hasta ahora secretario de industria, un hombre con imagen de técnico idóneo, confiable para la comunidad de negocios. Y evita tomar partido por los bandos en pugna. Sigue la línea sucesoria de Micelli, o sea no inclina la balanza para ningún lado a partir del punto de equilibrio en el que ya se encontraba. Y evita dar señales sobre el futuro, para no comprometer a Cristina en campaña con decisiones apresuradas, que podrían generar más ruido político que los escandaletes palaciegos.
La cuota de incertidumbre sobre el próximo gobierno argentino sigue siendo la misma que el día antes. Las rectificaciones, los «cambios» que acompañan el anuncio de la candidatura de Cristina Fernández, están todavía por definirse. Y es posible que nuevos escándalos esperen todavía su momento para aparecer, con amplia difusión en algún medio de prensa. Porque si es cierto que manos ocultas han manejado algunos hilos en todo lo que viene ocurriendo, es previsible que otras manos darán los golpes de réplica. Posiblemente serán igualmente sensacionales e igualmente inocuos desde el punto de vista electoral.