Comparaciones entre Cristina y su marido


La Nación
29 de julio 2007

Un español influyente e irreverente dijo que lo que el gobierno de Kirchner mandó a España era mejor que lo que quedó en Buenos Aires. El dirigente prefiere a Cristina en lugar de Néstor si se trata de elegir entre los Kirchner. Es una sí­ntesis, quizá rápida y arbitraria, que Kirchner detestará. El Presidente, que no pierde nunca esta clase de oportunidades, le dio la razón en el acto al opinante. Su esposa acababa de poner los pies en la Argentina cuando Kirchner zamarreó otra vez a los empresarios españoles.
Hasta el gobierno de Rodrí­guez Zapatero quisiera dejar de hablar de tarifas y de empresas. La relación polí­tica, cultural y social entre los dos paí­ses es demasiado rica como para mirar siempre la misma esfera de cosas. Kirchner no hace nada, o hace muy poco, para cambiar ese espacio. Sin embargo, no se trata sólo de los empresarios españoles.
Kirchner se dejó llevar, tal vez, por la dura conversación que la senadora tuvo con un banquero en un encuentro con la crema y nata del empresariado español. Se trató de una excepción a la que la propia central de los empresarios le restó importancia en un documento que hizo público dos dí­as después. En rigor, lo que más molestó a la conducción empresarial fue la mala manera, hasta con dejos sexistas, que usó aquel banquero para plantear sus preguntas. í‚¿Esas ideas son suyas o de su marido? , le espetó. Menos mal que tení­a enfrente a Cristina y no a Néstor Kirchner.
La aclaración de los empresarios no significa que los problemas han desaparecido. Pero hubo un cambio en el discurso. Cristina Kirchner se manifestó dispuesta, al revés de lo que ha hecho su esposo hasta ahora, a negociar la solución de los problemas y a fijar nuevas reglas de juego. El problema de las tarifas sufre, por ejemplo, una simplificación que lo deforma. No se trata sólo de los atrasos tarifarios, que existen, sino más bien de establecer un horizonte y una forma de actualizar los precios que esté por encima de la voluntad de una persona. Se trata de reescribir la relación entre las empresas y el Estado.
Guste o no, cualquier empresario, sea español, francés o norteamericano (y nativo también), necesita saber cuáles y cómo serán sus ingresos para decidir sus inversiones. Kirchner no lo ignora, pero prefiere esquivar las definiciones, las mismas que su esposa comenzó a bosquejar en Madrid. De ahí­, entonces, aquella referencia de que era mejor lo que estaba en Madrid que lo quedó en Buenos Aires.
Cuando el mundo empresarial pondera la recuperación argentina, está haciendo un reconocimiento, pero está, también, pidiendo que se dé formalmente por concluido el perí­odo de crisis. La crisis significa siempre excepcionalidad y es en ese espacio donde Kirchner se ha movido hasta ahora. Concluida la crisis, debe concluir también la excepcionalidad para dar paso a la normalidad en las relaciones sociales y económicas. Kirchner se resiste. Su respuesta consiste siempre en que la Argentina está aún en el infierno. La crisis no ha terminado, por lo tanto. En esos términos, indirectos y oblicuos, se encierra el debate de fondo entre los inversores y el gobierno de Kirchner.
El atril es, definitivamente, un mal consejero del Presidente, porque lo convierte en un verdugo de más inocentes que culpables. Lo usó ahora para zapatear sobre los inversores justo cuando su esposa y candidata vení­a de hacer un esfuerzo por conquistarlos. Tampoco lo ayudó a su nuevo ministro de Economí­a, Miguel Peirano, quizás el primer ministro de Economí­a en mucho tiempo dispuesto a poner gran parte de su esfuerzo en la inversión. El ministro sabe que sin inversiones la inflación no podrá disimularse ni habrá crecimiento constante.
Nadie del Gobierno ha sido ajeno al tembladeral de los mercados de los últimos dí­as, que significó, al fin y al cabo, una devaluación del peso encubierta por la crisis bursátil mundial. Fue la decisión justa en el momento oportuno, dijo una alta fuente oficial, que se confesó preocupada por la paulatina valuación del peso que vení­a observando. De todos modos, el valor del dólar no deberí­a superar el rango de entre 3,15 y 3,18 pesos, subrayaron esos funcionarios.
Un aspecto de la economí­a -y de la inversión- que parece fuera de cualquier contención es el gremial. Una cosa son los pedidos salariales, tan legí­timos como los reclamos tarifarios de los empresarios. La novedad es la inexplicable dosis de violencia que suele acompañar cualquier planteo sindical. Sucedió con la depredación de las oficinas de empresas pesqueras en el Sur, pero también hubo hechos de violencia por parte del gremio telefónico o de los taxistas, que acosan a la cadena de hoteles Sheraton porque ésta contrató una empresa de taxis que no le gusta al sindicato.
Los hoteles ya están a media luz por la crisis energética cuando empieza la noche; las lí­neas aéreas de cabotaje están sometidas también, a veces, a las decisiones de los gremios y, encima, sindicatos cercanos al Gobierno usan métodos violentos frente a los hoteles. El Gobierno rara vez hace algo, salvo los pedidos de auxilio que Kirchner le formula a Hugo Moyano. í‚¿Cuántos turistas está dispuesto a perder el paí­s?
Si el rey Juan Carlos habló de algo concreto con Cristina Kirchner ese tema no fue el de las empresas y sus incertidumbres. El monarca tiene su nombre comprometido en un eventual acuerdo entre la Argentina y Uruguay por el conflicto de la papelera Botnia. Los tiempos se encogen para el jefe del Estado español. En noviembre, en la cumbre iberoamericana de Chile, se cumplirá un año desde que Kirchner le pidió una gestión al rey. Si no existiera entonces una vocación firme para el acuerdo, es probable que el popular monarca se despida con buenas formas de la gestión que aceptó con esperanzas que parecen frustrarse. Ningún polí­tico hecho y derecho, y el rey lo es, muere abrazado a una causa perdida.
Los plazos electorales argentinos también están a punto de vencerse. Faltan menos de 40 dí­as para que concluya el perí­odo de inscripción de candidatos presidenciales. La oferta será, seguramente, la que hay ahora. Mauricio Macri recibe propuestas permanentes para presentarse en las presidenciales de octubre. No obstante, hay algo que terminará influyendo en él más que cualquier otra cosa: una eventual derrota en octubre podrí­a parecerse demasiado a un suicidio polí­tico.
Las encuestas lo halagan, pero en el fondo lo que está en juego es la relación de su futuro gobierno porteño con la administración central. Si Kirchner decidiera negociar y ceder, el fantasma electoral de Macri desaparecerí­a en el acto. La fórmula no es tan complicada.
Cristina deberá competir con los opositores que están ahora. La campaña electoral es también una campaña de seducción. En algunas cosas, ella no cambió en Madrid. í‚¿Qué razones habí­a para segregar al periodismo argentino sólo porque es argentino? í‚¿Por qué los periodistas españoles entraban y los argentinos se quedaban detrás de las rejas que cubren los palacios y las embajadas? í‚¿Acaso no fue a España para que la miren aquí­? Tampoco fue oportuna la figura de la mano crispada de Eva Perón como modelo propio.
Tras los vendavales de furia de la gran crisis, y de la posterior crispación permanente de los últimos cuatro años, la Argentina está necesitando una mano tendida, comprensiva y tolerante, más que un puño vanamente crispado.
Notas relacionadas :
La negativa visión externa del paí­s
La Nación
28 de julio 2007

No siempre la visión interna del paí­s coincide con la externa. Entre una y la otra suele haber diferencias. Esas diferencias pueden ser notorias o mí­nimas, pero, diferencias al fin, no siempre coinciden con las descripciones del Gobierno ni, menos aún, con la percepción de la gente.
La visión externa del paí­s, lejos de ser provocadora, deberí­a servir para corregir determinados aspectos de la realidad nacional, de modo de mejorarla, en lugar de suscitar reacciones destempladas contra aquello que se cree una intromisión.
La Argentina no tiene buenas notas en varias materias. Es el sexto paí­s más burocrático del mundo, según una encuesta de la firma Grant Thornton Internacional para la cual consultó a ejecutivos de 32 paí­ses. Para el 47 por ciento de los entrevistados, el principal obstáculo que presentan las empresas argentinas es el financiamiento, por ser escaso y caro.
En el informe sobre Calidad de las Instituciones y Competencia Institucional, que coordina el International Policy Network (IPN), la Argentina no alcanzó en 2006 los estándares de calidad institucional que rigen el mundo de hoy. Ocupó el puesto 93í‚° entre 180 paí­ses. A la cabeza está Suiza; en la octava posición están los Estados Unidos.
De América latina, Chile obtuvo el mejor promedio. La Argentina reunió 45 puntos sobre 100 posibles. El mí­nimo para aprobar el examen era de 60 puntos.
No mejor ubicada está la Argentina en materia de libertad económica: ocupa el puesto número 95, muy por debajo de Chile, otra vez el mejor ubicado de la región, en el puesto número 11. Están en el podio Hong Kong y Luxemburgo.
Otro tanto sucede con la transparencia: la Argentina está en el lugar número 93; Chile, en el vigésimo. Entre los primeros se encuentran Finlandia, Islandia y Nueva Zelanda. Y, por si fuera poco, algo similar ocurre con la libertad de prensa: la Argentina está en el lugar 99í‚° y Chile, en el 50í‚°.
Tanto los números como las posiciones en esas listas exhiben una radiografí­a del paí­s. En ella, como en una consulta con el médico, poco y nada influye la opinión del paciente. En este caso, el Gobierno.
La corrupción en la Argentina ha aumentado respecto de 2005, según el trabajo Indicadores de la Gobernabilidad en el ímbito Mundial 1996-2006, del Banco Mundial. En él, ocupa el lugar número 41 y Chile, el número 90.
El descenso en la tabla obedece a la evaluación de cuatro de los seis indicadores que utiliza el Banco Mundial para medir el desempeño de la gobernabilidad. En ellos, la Argentina se encuentra por debajo del promedio de América latina.
Además del deterioro en el control de la corrupción, algo similar ocurre con los otros tres indicadores que miden la voz y la rendición de cuentas (que registra el grado de participación ciudadana, y la libertad de expresión y de prensa, entre otros conceptos); el Estado de Derecho (confianza en las reglas sociales, seguridad jurí­dica, policí­a), y la calidad regulatoria del Gobierno (para formular y aplicar polí­ticas que promuevan el desarrollo del sector privado).
El estudio del Banco Mundial fue hecho antes de la revelación del caso Skanska; del misterioso hallazgo de una bolsa con dinero en el baño privado de la ex ministra Felisa Miceli; de los cuestionamientos contra la secretaria Romina Picolotti, y de la imputación contra la ministra Nilda Garré, por el presunto contrabando agravado de armas a los Estados Unidos.
Estos casos, que prima facie orillan la ilegalidad, coinciden con el juicio de los especialistas que señalan que la corrupción no es exclusiva de gobiernos de izquierda, de derecha o progresistas, sino que se ha incorporado en el sistema polí­tico como un sí­ntoma de la debilidad de las instituciones.
En ví­speras de las elecciones presidenciales se impone como meta un fortalecimiento real, no meramente declamativo, de las instituciones, así­ como una efectiva separación de poderes que garantice la independencia de cada uno de ellos.
La honestidad del Gobierno debe verse reflejada en una conducta transparente, en la rendición de cuentas y en el respeto a la norma, la libertad y los derechos ciudadanos, de modo de acortar en forma positiva la brecha entre la visión interna y la externa, y solucionar aquello que, como ciudadanos, no nos gusta admitir.
Cobos ya acompaña a Cristina Kirchner
Los radicales K consagraron candidato a vicepresidente al gobernador mendocino, que criticó a la conducción partidaria
La Nación
29 de julio 2007

En un acto con más efectos especiales que liturgia partidaria, unos 5000 radicales K llegados de todo el paí­s proclamaron ayer al gobernador mendocino Julio Cobos como compañero de fórmula de Cristina Kirchner para las elecciones de octubre.
El esperado debut de Cobos en la candidatura presidencial también sirvió para lanzar oficialmente el Frente para la Concertación Cí­vica Plural, el partido que crearon los gobernadores K (formado por ocho agrupaciones provinciales) para acompañar al kirchnerismo en estos comicios.
En el Centro Asturiano de Vicente López, los radicales kirchneristas terminaron de sellar su alianza con el Gobierno y se separaron definitivamente de la conducción partidaria, que apoya la postulación presidencial de Roberto Lavagna. A ellos, Cobos les dedicó los tramos más fuertes de su discurso, cuando los acusó de «intervenir la realidad» (por las sanciones a los comités rebeldes) y de «preferir expulsar antes de convocar».
«Nadie se dobló, lo que queremos romper son las viejas estructuras partidarias que no nos dejan representar al pueblo», les apuntó Cobos, que les auguró que saldrí­an de su «ceguera y su sordera» con los resultados electorales de octubre.
El otro eje de su primer discurso como candidato fueron los elogios al gobierno de Néstor Kirchner, y una suerte de caracterización de cómo será la posible gestión de su esposa, que para Cobos contemplará «un papel más activo del Estado», y una mayor función reguladora y de planificación.
El mendocino también repitió y aprobó los puntos que Cristina Kirchner habí­a esbozado en su lanzamiento hace 10 dí­as en La Plata (institucionalidad, acumulación, distribución y cultura del trabajo), pero no fue la única coincidencia con la senadora.
En el escenario, junto a la moderna pantalla gigante, un gran cartel anunciaba: «Julio Cobos, más fuerza al cambio», en un slogan que buscaba complementar el que ya lanzó la primera dama: «El cambio recién comienza».
La misma leyenda tení­an los miles de afiches con la cara de Cobos (encargados por los mendocinos) que ayer cubrí­an todo la avenida del Libertador hasta el Centro Asturiano.
La similitud llegó al armado del acto. Como en el lanzamiento de la senadora, un video de Cobos y una cuidada puesta en escena reemplazaron a los sí­mbolos partidarios.
No se cantó la marcha radical (para no ofender a los peronistas presentes) y las gigantografí­as de Cobos y los papelitos de colores que cayeron a millares eran de un patriótico celeste y blanco. Los colores radicales sólo se vieron en las banderas de los militantes, llegados en los micros pagados por los gobernadores e intendentes K.
En el escenario tuvieron su lugar, junto a Cobos, y los gobernadores de Rí­o Negro, Miguel Saiz, y de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. El correntino Arturo Colombi llegó para el final, y el catamarqueño Eduardo Brizuela del Moral protagonizó un faltazo llamativo, aunque envió a un emisario.
También compartieron el palco los intendentes K de la primera hora: el anfitrión, Enrique Garcí­a (Vicente López, Gustavo Posse (San Isidro) y Horacio Quiroga (Neuquén).
Apoyo a Scioli
La jornada habí­a comenzado al mediodí­a, cuando una convención integrada por los gobernadores y más de 200 intendentes y dirigentes aprobó por unanimidad la candidatura de Cobos y dio a conocer el documento fundante de la Concertación. Allí­ se define al gobierno kirchnerista como «el segundo intento por derrotar a la construcción hegemónica conservadora», que habí­a iniciado «sin éxito» Raúl Alfonsí­n.
Más tarde, ya en el acto oficial, el intendente Garcí­a rememoró el fallido intento de unidad que ensayaron Ricardo Balbí­n y Juan Perón.
La sorpresa fue su pedido de listas conjuntas entre peronistas y radicales en toda la provincia y un lugar junto a Daniel Scioli en la fórmula para la gobernación bonaerense. «Yo me juego, y estoy con este gobierno en la Nación y en la provincia», arengó Garcí­a, que pidió «el mismo reconocimiento» para todos en el proyecto kirchnerista.
El otro orador fue el rionegrino Saiz, encargado de presentar a Cobos, analizar los alcances de la Concertación y advertir que habrá quienes quieran «poner piedras y palos al proyecto».
Sobre el final, y con la canción de Juan Carlos Baglietto «Tratando de crecer» como telón de fondo, los peronistas invitados se abrazaron con los radicales en el escenario. A los intendentes Julio Pereyra (Florencio Varela), Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Osvaldo Amieiro (San Fernado) se sumó la diputada ultrakirchnerista Diana Conti. Kirchner decidió no aparecer, pero hizo llegar un saludo telefónico a su gobernador radical preferido.
Por Laura Capriata
De la Redacción de LA NACION