Por Laura Capriata
27 de Junio de 2007
¿Acaso las derrotas del oficialismo en la Capital y Tierra del Fuego marcan el fin del matrimonio entre Néstor Kirchner y el electorado? Para nada, pero tal vez indiquen que terminó la luna de miel y empezó una relación más realista.
Esa es la opinión de algunos analistas consultados por LA NACION, a la luz de las elecciones del último domingo.
Lejos de una mirada apocalíptica sobre el significado de esos comicios, los expertos creen sin embargo que se trata de un llamado de atención. «Se terminó la luna de miel con la gente y empezó el verdadero matrimonio», graficó Carlos Germano.
En coincidencia con esa opinión, el último Indice de Confianza en el Gobierno (ICG) -que todos los meses elabora la Universidad Torcuato Di Tella- esta vez mostró un descenso de un 7 por ciento respecto de mayo.
Con una escala que va de 0 a 5 puntos, el IGC (un medidor de la percepción sobre la gestión), que en mayo era de 2,24 puntos, se ubicó en junio en 2,07 puntos, con lo que sumó un descenso del 23% de la confianza en el Gobierno durante el último aí±o.
Ayer, además, se conoció la última encuesta sobre la imagen presidencial, que indica que la popularidad de Néstor Kirchner bajó este mes 5 puntos respecto de mayo. Según el sondeo de Poliarquía Consultores, Kirchner mantiene una imagen positiva para el 52 por ciento de los consultados, mientras el 33% lo evalúa de modo regular y el 14% lo hace negativamente.
En consonancia con su derrota en suelo porteí±o, la imagen de Kirchner muestra su punto más bajo en la Capital Federal, entre los encuestados con educación terciaria o universitaria y los menores de 50 aí±os.
Con una mirada a largo plazo, varios analistas vieron los comicios del domingo como una expresión que buscaron vincular con la crisis de 2001.
«Marca el final de la emergencia política que empezó ahí. La hegemonía vino por una suerte de suspensión en la vida de los partidos, pero ahora la sociedad exige un sistema político más abierto, más acorde con lo que pasó en lo económico y lo social, con más pluralismo, más participación y mejores esquemas de representación», seí±aló Enrique Zuleta Puceiro.
También Julio Aurelio vinculó los resultados con la crisis de 2001. «La gente respondió con mucha autonomía, preservó su capacidad de decisión ante la crisis de partidos y se expresó por fuerzas no tradicionales como Pro o ARI», opinó. Pero si algo dejaron claro los expertos fue que para octubre falta mucho y los Kirchner siguen siendo favoritos, ayudados por la incapacidad opositora de presentar un propuesta.
Por eso, para Manuel Mora y Araujo, la clave está en que el mismo votante que eligió a Pro o a ARI el domingo dice que votaría a Kirchner en octubre. «Esa es la lectura correcta, verlo como un mensaje, pero no como un viraje de la gente hacia la oposición ni como un plebiscito de la gestión presidencial», sostuvo.
Miércoles 27 de junio de 2007
Nik – Política
La Nación
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Octubre es la tercera vuelta
Por Adrián Ventura
27 de Junio de 2007
En la reunión que hoy mantendrán Mauricio Macri y el presidente Néstor Kirchner se introducirán, como temas de la agenda, el traspaso de la Policía Federal y de la Justicia a la ciudad. Pero no deben esperarse resultados en el corto plazo.
En primer lugar, altas fuentes del Gobierno rebajaban ayer la importancia del encuentro a un hecho protocolar. Se escudan en un dato formal pero cierto: no puede haber ningún acuerdo definitivo entre el gobierno nacional, que se va del poder en octubre, y un líder electo que todavía no asumió.
Macri necesitará dar respuesta a la inseguridad y asegurar el uso del espacio público. Ganó y no tiene nada que perder. Y es posible que el Gobierno, ante el éxito que cosechó el líder del Pro, esté dispuesto a hacer un gesto favorable a la ciudad.
Incluso, con el tiempo puede haber un acuerdo para impulsar el tema en el nivel legislativo. Pero todos los proyectos en danza prevén plazos de transición no inferiores a seis meses.
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El traspaso de la policía y de la Justicia es complejo:
El macrismo aspira a conseguir el traslado de parte de la división Metropolitana y de Bomberos, es decir, de unos 18.000 efectivos. Hoy, esa fuerza es manejada por el ministro del Interior, Aníbal Fernández. Un dato importante para medir la voluntad del gobierno nacional en avanzar en este asunto será ver a quién designa como interlocutor del macrismo: un fundamentalista como Fernández sería un portazo en la cara, dicen en Pro. Pero si Pro tiene alguna chance de avanzar, será en esta área.
Parece mucho más difícil obtener el traspaso de algo más de 400 jueces nacionales. El Gobierno no se desprenderá fácilmente de ellos -tampoco lo hizo Menem- y la piel de esos magistrados se eriza no bien escuchan esa posibilidad. Quizá, sí pueda haber un transvasamiento de competencias de algunos delitos.
No será la Corte la que vaya a oponer alguna resistencia a un proyecto de traspaso de jueces. En rigor, ello ayudaría al proyecto del alto tribunal de descongestionar su trabajo, hoy sobrecargado con decenas de miles de causas. Si los jueces fuesen porteí±os, sus causas deberían pasar por el Tribunal Superior de la Ciudad.
Pero los jueces, para resistir semejante proyecto, pueden tener otro aliado: el Consejo de la Magistratura, un organismo que utiliza el poder político para operar sobre la Justicia y que, si se produjese el traspaso, quedaría vaciado de contenido. Finalmente, cualquier proyecto que involucre a la Justicia necesitará de operadores de peso, que hoy no están a la vista.
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Macri debe aprovechar el impulso del domingo, pero no puede perder de vista que las elecciones nacionales de octubre, para él, se convertirán en una tercera vuelta: comprobará cuán lejos en el nivel nacional puede llevar, por ahora, su liderazgo. Y el Gobierno probará sus límites. La verdad es la única realidad.
Macri también deberá advertir que un candidato, para ganar la presidencia, no necesita ni el 50 ni el 45 por ciento de los votos, sino tan sólo el 40 por ciento de los votos y el 10 por ciento de diferencia respecto del segundo candidato. El piso nacional del peronismo está cercano a ese número.
Por eso, la dispersión de la oposición en varias candidaturas, lejos de menguar las chances del candidato kirchnerista, lo coloca en el umbral de la victoria. Quien gane, comenzará otra historia y tendrá el poder de negociar.