Malamud: «Las próximas elecciones no tienen un significado especial en lo que respecta al régimen polí­tico, que está consolidado»

Andrés Malamud tiene un doctorado en Ciencias Sociales y Polí­ticas otorgado por el Instituto Universitario Europeo (IUE), con sede en Florencia, Italia. Ha sido profesor en varias universidades europeas y americanas, desempeí±ándose actualmente como Investigador Adjunto del Instituto de Ciencias Sociales (ICS) de la Universidad de Lisboa. Es autor de numerosos estudios sobre integración, presidencialismo y sistemas de partidos polí­ticos, así­ como de numerosos artí­culos sobre el proceso de democratización argentino.
1. La etapa democrática iniciada en la Argentina luego de la caí­da de la última dictadura militar lleva ya 25 aí±os. ¿Cómo interpreta las próximas elecciones presidenciales a la luz de este proceso? ¿Tienen estas elecciones un significado especial?
Las próximas elecciones no tienen un significado especial en lo que respecta al régimen polí­tico, que está consolidado. Pero, en cambio, podrí­an tenerlo para el sistema de partidos, al que algunos analistas consideran en flujo hacia un equilibrio aún indefinido.
2. El peronismo ha demostrado una notable capacidad de supervivencia. Al cabo de más de 60 aí±os, continúa ejerciendo una influencia decisiva en la polí­tica argentina. Como interpreta este fenómeno? ¿Cuáles han sido, —a su juicio—las claves de la permanencia del peronismo en la sociedad y la polí­tica argentina?
La clave de la resiliencia del peronismo es su tremenda capacidad adaptativa. A su vez, ésta se asienta en dos factores: un alto grado de flexibilidad interna y un fuerte enraizamiento externo (en el electorado). Más que un partido polí­tico, el peronismo constituye una identidad social muy informalmente institucionalizada.
3. La corriente peronista conocida como kirchnerista ha monopolizado en los últimos aí±os las preferencias electorales de los argentinos. ¿Como interpreta este fenómeno? ¿Cuales han sido, a su juicio, los aportes –positivos y negativos– del kirchnerismo, tanto al interior del peronismo como hacia fuera, en la sociedad y la polí­tica argentina en general?
El control del partido por parte de Kirchner no es novedad si se lo analiza históricamente: el principio de conducción del peronismo indica que el jefe, no el programa, manda. No soy capaz de identificar aportes del kirchnerismo como corriente polí­tica, pero sí­ del gobierno de Kirchner. Los principales han sido la reconstrucción de la autoridad polí­tica y el mantenimiento de la estabilidad económica, reestructuración de la deuda incluida. Entre los puntos débiles sobresale la falta de reformas estructurales que rompan el ciclo de decadencia argentino.
4. ¿Cómo interpreta la transformación del peronismo de su vertiente o versión menemista a su vertiente o versión kirchnerista? ¿Cuál ha sido –a su juicio– la clave del éxito del kirchnerismo?
El peronismo tiene varias caras; que muestre una o la otra no implica una transformación. El éxito de Kirchner reconoce tres componentes: el bajo punto de partida, la competente conducción económica de Lavagna y la eficaz autoridad polí­tica del presidente.
5. A pesar de tener las encuestas a su favor, el presidente Kirchner acaba de renunciar a la posibilidad de buscar su reelección, designando como sucesora a su esposa. ¿Qué representa esta decisión según su opinión?
En mi opinión (carezco de información suficiente como para llamarla análisis), Kirchner evaluó que los presidentes argentinos de los últimos 70 aí±os salieron indefectiblemente calcinados del gobierno y decidió que a él no le ocurrirí­a lo mismo. Retirarse a tiempo es algo que Alfonsí­n y Menem nunca aprendieron; sin embargo, aún es temprano para saber si Kirchner se retira estratégica o tácticamente.
6. ¿Cuáles cree serán los principales desafí­os de la administración que asuma en el 2008?
En términos económicos, la nueva gestión deberá actualizar las tarifas mientras contiene la inflación, proeza que acarreará grandes costos polí­ticos y requerirá amplias dotes de liderazgo. En términos polí­ticos, el desafí­o es reconstruir bases de apoyo más estables que las que pueden comprarse en tiempos de superavit fiscal. Ello requerirá reformar la estructura de incentivos que fomenta la fragmentación partidaria, proeza quizás más titánica que la anterior y que ningún candidato presidencial ha colocado en la agenda.